Lo que antes se decía con orgullo en la calle —“en la Isla de la Juventud no se va la luz”— hoy suena a chiste de mal gusto. Porque la realidad, esa que no se puede esconder ni con discursos ni con titulares vacíos, ya no perdona: el municipio especial está colapsado energéticamente y sus habitantes, como en el resto de Cuba, sobreviven entre apagones, calor y desespero.
Actualmente, la generación eléctrica en la Isla apenas supera los 18 MW, una cifra muy por debajo de los 48 MW que teóricamente están instalados. Y eso, en buen cubano, significa que la gente está durmiendo a oscuras, pasando calor y con el ánimo por el piso.
Según el periódico oficial Victoria, la cosa se puso fea desde el 4 de junio, cuando la generación cayó a solo 11 MW por culpa de una cadena de averías. Como siempre, la falta de mantenimiento y piezas de repuesto terminó por tumbar el sistema, que ahora no da abasto ni para cubrir lo básico.
Fermín Molina Alfonso, director técnico de la Empresa Eléctrica local, lo explicó con rodeos a la prensa oficial, pero el mensaje es claro: la unidad cinco está en mantenimiento, la cuatro se fundió sin arreglo a la vista, y la tres apenas sobrevive a parches improvisados. Y como en Cuba todo lo urgente se eterniza, las soluciones son más promesas que realidades.
La población sufre la peor parte, con apagones que pican y se extienden, sobre todo en las noches. De 9:00 p.m. a 4:00 a.m. el panorama es infernal, y el punto crítico llega a eso de las 11:00, justo cuando muchos tratan de descansar. Pero no hay descanso cuando el ventilador no gira, la nevera no enfría y los mosquitos hacen fiesta.
Como parche temporal, se están “rescatando” motores viejos, como unos generadores MAN que llevan más de 20 años fuera de servicio. Con suerte, podrían aportar 10 MW extras, pero no hay fecha fija ni garantía de que esos cacharros revivan. También se habla de sumar otras dos unidades con 3 MW adicionales, pero todo eso sigue siendo humo mientras la gente se cocina en sus casas.
El régimen, como siempre, prioriza lo institucional. Mientras el pueblo se revienta sin luz, los organismos del Estado reciben una tajada más generosa del menguado pastel eléctrico. El reparto de corriente es desigual, y la lógica es la de siempre: proteger al poder, castigar al pueblo.
Por supuesto, las soluciones “estratégicas” no faltan en el guión oficialista. Han anunciado más paneles solares —15.5 MW en proyectos fotovoltaicos— y hablan de una supuesta transformación cultural para enseñar a la gente a usar la corriente de día. Como si fuera tan sencillo reprogramar la vida cuando ni siquiera puedes dormir de noche.
A falta de soluciones reales, los jefes apuestan por medidas absurdas: prohibir el aire acondicionado en oficinas “no tecnológicas”, cerrar bares privados antes de las 6:00 p.m., y obligar a que quienes tengan plantas eléctricas las usen sin chistar. Mientras tanto, algunos servicios vitales como panaderías o el acueducto de Nueva Gerona apenas se salvan gracias a los llamados “circuitos críticos”.
La desinformación oficial también pesa, porque la falta de comunicación efectiva solo ha servido para aumentar el caos. La gente no sabe a qué atenerse, los datos no se actualizan, y los funcionarios siguen hablando como si vivieran en otra dimensión. En ese vacío, los rumores en redes sociales florecen como maleza en campo abandonado.
Y es que, mientras el pueblo sobrevive a oscuras, el régimen se hace el sordo. Los técnicos hacen lo que pueden con lo que no tienen, pero la verdad es que sin piezas, sin recursos y sin voluntad política real, el sistema sigue al borde del colapso.
Por si fuera poco, la guinda la puso la visita del gobernante Miguel Díaz-Canel —acompañado del incombustible Ramiro Valdés— a propósito de los 70 años de la salida del dictador Fidel Castro del Presidio Modelo. Tras esa visita, ¡zas!, comenzaron los apagones programados en la Isla, y ya muchos no creen en las coincidencias.
De hecho, la cosa ha ido tan lejos que en redes sociales se ha visto un movimiento inédito de rebeldía, donde algunos usuarios proponen que Isla de la Juventud se independice del desgobierno de La Habana. Palabras mayores en un país donde disentir todavía se paga caro.
Mientras tanto, el panorama nacional no ofrece alivio. Este 29 de junio, Cuba alcanzó el récord de 1.936 MW de afectación, la peor jornada del año y otro clavo más en el ataúd del Sistema Electroenergético Nacional. El verano apenas comienza, y todo indica que el calor será lo de menos.
La Isla de la Juventud, antes orgullo energético del país, se ha convertido en otro ejemplo del fracaso total del castrismo. El mito cayó, la paciencia se agota, y lo que queda es un pueblo cansado, vigilado y, aún así, cada vez más dispuesto a exigir lo que merece: una vida digna, sin mentiras ni apagones.La