En Baracoa, ese rincón verde y precioso del oriente cubano, la naturaleza ha dado un giro poco amable: una marea de sargazo ha llegado en cantidades alarmantes, cubriendo playas enteras y generando preocupación tanto en las autoridades como en los vecinos.
La advertencia llegó por redes sociales, a través del perfil Coterráneo Aníbal, y luego fue respaldada por el Centro Meteorológico Provincial y el CITMA de Guantánamo, que lanzaron una alerta máxima. ¿La causa? Una acumulación inusual de esta alga parda en la bahía de Baitiquirí, Baracoa y San Antonio del Sur, que no solo afecta la vista y el olor del lugar, sino que puede representar un verdadero peligro para la salud.
Cuando el sargazo se pudre, suelta ácido sulfhídrico y amoníaco, dos gases que no son precisamente aromaterapia. Pueden causar ardor en los ojos, molestias respiratorias y hasta náuseas. La cosa se pone más fea para quienes sufren de asma o alergias: el aire se vuelve irrespirable.
Pero eso no es todo. Si alguien decide meterse al mar en medio de estas condiciones, se expone a bacterias peligrosas como el Vibrio, que puede provocar desde infecciones en la piel hasta serios problemas intestinales. Por eso las autoridades sanitarias han pedido a la población que no se bañe ni camine cerca de las zonas invadidas.
A pesar de los pesares, en medio de la falta de recursos que ya es costumbre en la isla, un grupo de estudiantes y profesores de Ciencias Médicas de Guantánamo se ha lanzado a la faena: están recogiendo el sargazo a mano limpia en playas como Caribe, Baracoa y Tortuguilla, tratando de minimizar los riesgos.
El problema, sin embargo, está lejos de resolverse. Sin la maquinaria adecuada ni estrategias a largo plazo, el panorama podría empeorar en julio y agosto, justo en plena temporada alta del calor, si no llega algún frente frío o tormenta que limpie las costas.
Además del tema sanitario, el sargazo tiene un impacto económico brutal: espanta a los pocos turistas que aún se aventuran hasta Baracoa y afecta a los pescadores, ya que las aguas se enturbian y la vida marina se altera. La peste, además, ahuyenta hasta al más valiente.
Expertos aseguran que este fenómeno se relaciona con el cambio climático, el aumento de la temperatura del océano y el exceso de nutrientes vertidos en el mar. Todo eso ha creado las condiciones perfectas para que estas macroalgas se reproduzcan sin control en el Atlántico tropical.