Los apagones en Cuba ya no son noticia, pero lo que está pasando en La Habana roza el absurdo. La Empresa Eléctrica de la capital acaba de publicar un nuevo cronograma que confirma lo que todos sabíamos: la crisis energética no solo sigue, sino que se agrava. Ahora, los cortes alcanzan hasta ocho horas diarias, incluyendo la madrugada, dejando a los habaneros sumidos en la oscuridad y el cansancio.
La programación oficial, publicada en sus redes sociales, marca un retroceso brutal respecto a semanas anteriores. Antes, los apagones eran —en teoría— más llevaderos: cuatro horas por bloque y solo una vez al día. Pero eso ya es historia.
Desde el domingo 29 de junio, el plan de apagones reparte la oscuridad a cualquier hora del día o de la noche. Se acabó la tregua. La “actualización” convierte a cada barrio en víctima constante, en un ciclo de ocho horas sin luz que descompone desde los nervios hasta la comida en el refrigerador.
El descaro institucional no se queda atrás
Apenas unos días antes, la propia Empresa Eléctrica negaba públicamente que se avecinara un aumento de los apagones, tildando de “falsos” los rumores en redes sociales. Sin embargo, la nueva realidad los desmiente con toda su crudeza. Las interrupciones no solo se han hecho más largas, sino más frecuentes, dejando claro que, si hay algo que no falta en Cuba, es la desvergüenza oficial.
Para colmo, el viernes la misma empresa soltó que ya ni siquiera pueden cumplir con sus propios cronogramas. Admitieron que el déficit de generación los obliga a improvisar constantemente, y que en la madrugada los apagones podrían extenderse “hasta una hora más”. Traducción: prepárate para quedarte sin luz cuando menos lo esperes.
Cuando el sol se apaga, la dignidad también
En barrios de toda La Habana, los apagones superan las ocho horas con facilidad, afectando todo: la comida, el agua, el sueño, el estudio, la salud. Es especialmente dramático en casas donde hay niños, ancianos o enfermos. Y aunque la capital había sido históricamente la niña mimada del castrismo, ni ella escapa ya del desastre.
Fuera de La Habana la cosa es aún peor. En muchas provincias el servicio eléctrico no llega ni a cuatro horas al día, lo que ha generado una ola de indignación por el manejo arbitrario y centralizado de la energía. El resentimiento crece, y con razón: mientras algunos ven la televisión, otros ni pueden hervir agua para un café.
Una crisis que no se apaga con excusas
La raíz del problema sigue siendo la misma: termoeléctricas envejecidas, combustible en crisis y un sistema de generación que no da más. Pero en vez de asumir responsabilidades, las autoridades solo improvisan parches y repiten el mismo guion de siempre: prometer, mentir y reprimir la verdad.
Ahora, como broche de oro, la Empresa Eléctrica pide que solo se escuche la versión oficial, descalificando cualquier otro contenido como “manipulación”. Pero el pueblo no necesita rumores para saber lo que está pasando. Basta con abrir los ojos en la madrugada, sudando en la oscuridad, para entender que la mentira es parte del apagón.
En medio del colapso, la energía se ha convertido en una línea roja que expone el fracaso total del sistema cubano. Porque un país donde la luz es un privilegio, no una garantía, es un país condenado a la oscuridad… y no solo la eléctrica.