En medio del desastre habitacional que ahoga a miles de familias en Cuba, el régimen ahora quiere vender la idea de que vivir en un contenedor es la solución mágica. Sí, así mismo: están impulsando un proyecto en Holguín que incluye construir casas a partir de contenedores marítimos, como si eso fuera a resolver décadas de abandono, corrupción y desidia.
La Agencia Cubana de Noticias, en su tono habitual de propaganda reciclada, dice que también están considerando módulos prefabricados, casas de abuelos y edificaciones “inspiradas en técnicas coloniales” sin cemento ni acero, porque, claro, ya ni eso queda. Según ellos, estas alternativas “mejoran el bienestar comunitario” y son “sostenibles”. Pero lo que no dicen es que esto huele más a parche improvisado que a solución real.
¿Casas sin cemento ni acero en pleno siglo XXI? Eso no es innovación, es retroceso.
La arquitecta Solange Reyes Ochoa, parte del equipo técnico detrás del proyecto, intenta vender la idea con palabras bonitas: que si adaptabilidad urbanística, que si creatividad ante la escasez. Pero la verdad es que la falta de materiales de construcción no es una novedad ni un reto nuevo: es el resultado directo del colapso económico provocado por el propio régimen.
Mientras en países como España las casas contenedor son una opción viable por su versatilidad y rapidez de construcción —a veces listas en seis meses—, en Cuba esas promesas se vuelven cuentos chinos. Aquí, la burocracia, la falta de transporte, el robo institucionalizado y la escasez crónica hacen que hasta levantar una pared sea una odisea.
Y lo más importante: en España, quien quiere una casa contenedor puede pagarla. En Cuba, la gente no puede ni garantizar el arroz del mes, mucho menos soñar con una casa, por muy metálica que sea.
¿Qué cubano puede costear un proyecto así si ni siquiera los salarios alcanzan para comprar un saco de cemento en el mercado informal?
El régimen quiere maquillar la ruina con ideas recicladas y baratas, mientras las cifras de derrumbes, familias viviendo hacinadas y niños sin techo siguen creciendo. Estas “soluciones creativas” que tanto repiten no son más que un intento de distraer al pueblo mientras se siguen desmoronando las columnas del país —literal y metafóricamente.
La vivienda digna no se construye con propaganda ni con promesas vacías. Se construye con materiales, salarios decentes y voluntad real de cambiar. Y eso, en el socialismo cubano, simplemente no existe.
Así que ahora, el mismo régimen que prometió casas para todos, termina ofreciendo jaulas metálicas como si fueran el futuro. Pero el pueblo no es bobo: sabe que mientras los jerarcas viven en mansiones, al cubano de a pie le toca apretarse en un contenedor… si tiene suerte.
