En la Cuba de hoy, hasta retirar tu propio dinero del banco es una pesadilla, una de esas que no se quita ni con café fuerte. La falta de efectivo tiene a millones de cubanos dando tumbos de banco en banco, de cajero en cajero, solo para toparse con la misma realidad: colas interminables, límites ridículos de extracción y un sistema financiero que hace aguas por todos lados.
“No podemos sacar nuestro dinero”, se escucha en un video compartido por la revista independiente Árbol Invertido. Y no es una frase aislada. Es el grito cansado de quienes madrugan para intentar cobrar una pensión que no alcanza ni para el arroz, mientras los bancos cambian a diario los topes de retiro como si jugaran a la ruleta rusa con la necesidad del pueblo.
Y como siempre, el régimen hace lo que mejor sabe: mirar hacia otro lado mientras inventa más medidas absurdas que solo hunden más al país en este pantano económico. Porque mientras los precios suben como cohetes sin control, el efectivo desaparece, y los jubilados tienen que esperar bajo el sol o el aguacero para cobrar cuatro pesos que no resuelven nada.
La situación es tan desesperada que ya se volvió común comprarle el turno a los coleros, esos revendedores de lugares que han convertido la espera frente a un cajero en otro negocio más. Porque sí, en Cuba hasta para sacar dinero hay que pagarle a alguien. Y todo esto ocurre a plena vista de las autoridades, que no solo permiten este desastre, sino que lo alimentan con su incapacidad crónica.
Como si no bastara, los apagones y los cajeros rotos completan el combo del terror. Las transferencias electrónicas, que en cualquier otro país serían una solución, en Cuba son una trampa, porque la gente no quiere que le paguen por transferencia… si después no hay de dónde sacar ni un centavo.
Mientras tanto, el régimen se aferra a su ficción de “resistencia económica”, vendiendo humo en los noticieros mientras la realidad grita lo contrario. Porque en esta isla, hasta cobrar tu salario se ha vuelto un acto de fe, una prueba diaria de paciencia y resignación.
Pero el cubano, como siempre, inventa, aguanta y sobrevive… aunque a este paso, ni para eso le va a alcanzar.