En los montes agrestes de Baracoa, Guantánamo, mientras el régimen sigue apagando el país a punta de miseria, hay quienes han optado por buscar su propio salvavidas… escarbando la tierra con las uñas en busca de oro.
Sí, como lo lees: en pleno siglo XXI, en Cuba, la fiebre del oro ha regresado. No como aventura, sino como última tabla de salvación para cientos de guantanameros ahogados por el hambre, el desempleo y el abandono estatal.
Jony y Kary, dos youtubers cubanos, decidieron documentar de primera mano esta dura realidad. Se metieron monte adentro, cámara en mano, y caminaron por la misma ruta que transitan a diario los buscadores de oro, porque hasta eso —los caminos— están olvidados por el Estado. Ni un carretón pasa por allí, solo los pies y la fe de los desesperados.
«Aquí todo el mundo cava»
Una vez en la zona, los influencers se toparon con decenas de personas sudando bajo el sol, cada cual hundido en su propio hoyo, con la esperanza de encontrar aunque sea una pepita que les cambie la suerte.
Uno de los presentes les contó que el auge comenzó allá por el 2019, cuando un joven encontró una buena cantidad de oro y lo hizo público. Luego vino la pandemia, el hambre, la inflación… y el rumor del oro se convirtió en eco desesperado. Desde obreros hasta profesionales con título en mano, todos fueron cayendo al hueco, literal y metafóricamente.
“Hay gente que ha hecho billete”, soltó uno de los buscadores. Con lo que han sacado, algunos se han comprado casas, motores, hasta electrodomésticos —un lujo en esta Cuba devastada—. Pero no todo es brillo.
La veta se agota y el peligro crece
Según los lugareños, en los inicios se podía sacar hasta cinco gramos diarios. Hoy, hay que romper piedra como loco y quizás ni así te sale una chispa. La tierra está exprimida, y con ella, los cuerpos que la excavan.
Los métodos que se usan son tan rudimentarios como peligrosos: “carritos” de madera, canaletas artesanales, piedras que filtran el sedimento. Todo es manual. Todo es riesgo. Y ya hay víctimas.
Un joven perdió la vida al caer en un pozo de nueve metros. Iba caminando de noche. No hubo luces, no hubo advertencias, no hubo nadie que evitara el desastre. Así de cruda es esta fiebre: te puede dar para vivir… o para morir.
¿Y el gobierno? Bien, gracias
El régimen, como siempre, le da la espalda a la realidad. Un entrevistado aseguró que las autoridades no han querido explotar las minas porque, según ellos, “la inversión no justifica la ganancia”. Claro, como si les interesara sacar al pueblo del hueco en que lo han metido. Prefieren dejar a la gente revolviendo barro que darles una salida real.
Y encima de eso, si te agarra la policía buscando oro, te puedes ir preso. Como si la pobreza no fuera castigo suficiente.
La Cuba de hoy escarba desesperada por un futuro que no llega. Y en Baracoa, esa búsqueda se ha vuelto literal: paleta en mano, sudor en la frente, y el alma colgada de una pepita.
Aquí no hay El Dorado. Lo que hay es un pueblo hundido en la tierra, buscando en el fango lo que el régimen les ha negado arriba.