En otro capítulo absurdo de la tragicomedia castrista, Camagüey fue escenario de una “iniciativa alimentaria” que da más miedo que hambre. Durante el III Taller Provincial “Reciclando para no contaminar”, celebrado a finales de junio, las autoridades presentaron con total seriedad un proyecto para producir masa de croquetas a base de hueso blanco (canilla). Sí, leyó bien: croquetas de hueso reciclado.
La excusa oficial se ampara en la llamada “economía circular”, ese modelo que, según ellos, busca reutilizar residuos para no contaminar. Pero detrás del disfraz ecológico se esconde una realidad brutal: el país no tiene qué comer, y en lugar de soluciones reales, el régimen le vende al pueblo la basura como salvación.
Arenayda Manzanares Horta, del Grupo de Calidad Ambiental y Economía Circular en Camagüey, lo dijo sin pena ni gloria:
“Ya se piensa en reutilizar los residuos para elaborar un producto deficitario.”
En otras palabras: como no hay comida, vamos a triturar huesos para llenar paneras.
Y no se detuvieron ahí. Durante el mismo evento, la Empacadora Raúl Cepero Bonilla presentó otras “maravillas tecnológicas” como embutidos elaborados con tripas, grasas y sangre. Todo muy “creativo”, si uno no tiene estómago ni conciencia.
Pero esto no es nuevo. El régimen lleva años lanzando ocurrencias alimenticias que solo provocan indignación o burlas. Desde la “milagrosa” moringa que promovía Fidel Castro, hasta el “menú salvador” de jutías, curieles, harina de cáscara de melón, y hasta leche de cucaracha que alguna emisora oficial se atrevió a defender en 2022 como “nutritiva y prometedora”.
El pueblo cubano ya no sabe si reír o llorar ante tanta desvergüenza institucional.
Una de las más recordadas metidas de pata fue la del eterno dinosaurio Guillermo García Frías, quien en 2019 soltó sin sonrojarse que el avestruz produce más carne que una vaca. Según él, esa ave era la salvación del país. El pueblo respondió como sabe: a memes limpios y con todo el sarcasmo posible, porque cuando el hambre aprieta, el humor es lo único que queda.
En 2020, Santiago Sobrino Martínez, entonces ministro de la Industria Alimentaria, remató la cadena de disparates al declarar en la Mesa Redonda que las “gallinas decrépitas” y las tripas recicladas eran una solución viable. Y para colmo, trató de justificarlo diciendo que eso era “normal en países desarrollados”. Lo que no dijo es que en esos países, la gente no pasa hambre, ni hace colas de madrugada por un paquete de salchichas.
Y ahora, en pleno 2025, el castrismo se aparece con croquetas de hueso molido, como si no supieran que el pueblo está cansado de que lo traten como basura.
La llamada “economía circular” del régimen no es más que un disfraz barato para esconder su fracaso. No hay alimentos, no hay producción, no hay vergüenza. Solo queda el reciclaje de la miseria y el reciclaje de excusas.
Porque si en más de 60 años lo único que se les ocurre para combatir el hambre es convertir desechos en comida, entonces lo que está en crisis no es la economía, es el sistema entero. Uno que se niega a morir, pero ya no tiene nada que ofrecer más allá de huesos, tripas y descaro.