La miseria en Cuba ya no necesita cifras para explicarse: se cocina sola, y no en ollas modernas, sino en fogones de aserrín como en tiempos coloniales. Así lo mostró en un video el sacerdote Leandro NaunHung, al compartir desde Santiago de Cuba una de esas escenas que te revuelven por dentro: una familia improvisando un fogón “nonó” para poder colar café.
“Cada día en Cuba parece una prueba de resistencia. Una más”, escribió el sacerdote en sus redes, acompañando el video que muestra a un hombre mayor, de esos que ya deberían estar descansando, apisonando aserrín dentro de un tubo metálico para formar el famoso “nonó”.
Con la precisión de quien ha tenido que aprender a sobrevivir sin lo básico, el hombre crea el hueco de oxígeno con un tubo más pequeño que luego retira, tapa con ceniza húmeda la parte superior “para que dure parejito”, y listo: ahí tienen su fuente de calor. Primitiva, pero eficaz.
Mientras filma, NaunHung presenta a Gloria, una mujer que prefiere ese sistema rústico antes que encender el fogón de leña. “El otro día quise encender el fogón de leña y me dio trabajo”, confiesa, mientras se prepara para colar el café. Su frase corta y resignada dice más que mil discursos de la televisión oficial: en Cuba hasta cocinar se ha vuelto un reto de supervivencia.
Este tipo de fogón —hecho con aserrín apisonado— no es nuevo. Se usaba décadas atrás en los campos más recónditos. Pero que hoy, en pleno siglo XXI, sea una herramienta cotidiana en la vida de millones, es un retrato cruel del atraso forzado que impone la dictadura.
Y como bien apunta el propio sacerdote, “la vida del cubano se ha vuelto una carrera sin meta”, una constante lucha por conseguir lo que en cualquier parte del mundo se da por sentado.
La escena ha desatado indignación en redes, donde muchos recuerdan otras imágenes similares. En febrero, la cuenta “La Tijera” mostraba otro fogón “nonó” con una crítica directa: “La dictadura ha condenado al pueblo cubano a vivir en el medioevo”, decía el texto. Y no les falta razón. Sin luz, sin gas, sin agua, sin nada, millones de cubanos están cocinando como en los tiempos de sus bisabuelos, mientras el noticiero te habla de “resistencia” y “patria”.
Según el Food Monitor Program (FMP), más de 9 millones de cubanos cocinan hoy en condiciones precarias, insalubres y hasta peligrosas. Sus datos, obtenidos del último censo y estudios independientes, revelan que solo 1.7 millones de hogares usan gas licuado, mientras otros 2 millones dependen de una electricidad que falla a diario, y apenas 220 mil tienen acceso al gas manufacturado.
El resto… el resto está a la buena de Dios.
Con apagones de hasta 20 horas diarias, la gente cocina a la hora que haya luz, aunque sea de madrugada, y muchos se ven obligados a reducir comidas o a comer frío. Hay familias que ya han eliminado una comida al día, y otras que, directamente, se acuestan sin haber probado bocado.
La solución, para muchos, ha sido volver a lo rudimentario: cocinar con carbón, con leña, o con el “nonó” hecho en casa. Fogones de tubos reciclados, latas, piedras. Todo sirve si ayuda a calentar una cazuela con arroz o colar un poco de café.
Mientras tanto, el castrismo se enreda en discursos sobre “el bloqueo” y “el socialismo próspero”, mientras el pueblo literalmente está cocinando con basura y ceniza.
En esta Cuba rota, hasta un simple café se ha convertido en símbolo de resistencia. Pero no de la que ellos venden en el noticiero, no. La resistencia verdadera es la del pueblo, que cocina con aserrín porque no le han dejado otra opción.