La Casa Blanca ha dado un golpe sobre la mesa. Este lunes, el presidente Donald Trump firmó un nuevo Memorando Presidencial de Seguridad Nacional que devuelve a su punto más firme la política de Estados Unidos hacia el régimen cubano, echando por tierra las tibiezas de la era Biden. Con esta nueva directiva, la administración republicana deja claro que la mano blanda con los represores se acabó.
El encargado de dejarlo bien clarito fue Marco Rubio, secretario de Estado, quien no se anduvo con rodeos al declarar en su cuenta de X: “Gracias al liderazgo del presidente Trump, Estados Unidos está comprometido a fomentar la libertad y la prosperidad en Cuba (…) Haremos que el régimen cubano rinda cuentas y apoyaremos al pueblo en su búsqueda de libertad y justicia”.
Cero negocios con los militares
El nuevo enfoque es tajante: ni un dólar más para GAESA ni para ninguna entidad manejada por los militares cubanos, a menos que la transacción tenga un impacto directo y verificable en la vida del pueblo o esté relacionada con intereses estratégicos de EE.UU.
El gobierno estadounidense reafirma también la eliminación de la política de “Pies secos, pies mojados”, manteniendo los controles migratorios que buscan cortar las rutas irregulares desde la isla. En cuanto al turismo desde Estados Unidos, se acabó la relajación: habrá más auditorías, más controles y más exigencias para quienes viajen a Cuba bajo licencias permitidas. Todo queda bajo la lupa por al menos cinco años.
Internet libre, prensa independiente y menos miedo
El memorando también impulsa con fuerza la expansión del acceso a internet, la promoción de medios libres y la protección de emprendedores independientes que hoy operan bajo la sombra del control estatal. El objetivo es claro: dar herramientas a la sociedad civil cubana para que rompa las cadenas del silencio y el miedo.
Por otro lado, se ordena una vigilancia sistemática sobre la represión en la isla, prestando atención especial a los arrestos arbitrarios, el hostigamiento a líderes religiosos, y la protección que ofrece el régimen a fugitivos de la justicia norteamericana. Washington quiere nombres, pruebas y acciones concretas.
Respaldo del exilio y de los defensores de derechos humanos
El nuevo giro fue celebrado por figuras clave del exilio y la oposición. El congresista Mario Díaz-Balart agradeció a Trump y Rubio por poner “la seguridad nacional de Estados Unidos en primer lugar” y por “cumplir su promesa de una Cuba libre”.
La activista Rosa María Payá, recién nombrada comisionada en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, aplaudió la medida. Dijo que “prohíbe transacciones que fortalecen a los represores” y reafirma el respaldo al pueblo que resiste dentro de la isla.
También el congresista Carlos Giménez se sumó al coro de apoyo, asegurando que las decisiones adoptadas son un paso valiente hacia la justicia.
La era de la complacencia terminó
Con esta nueva política, Trump marca distancia del apaciguamiento que impulsaron Obama y Biden, y vuelve a levantar una bandera que muchos en el exilio consideran indispensable: apoyo firme, sin ambigüedades, a quienes luchan contra la dictadura desde dentro y fuera de Cuba.
El mensaje no puede ser más claro: mientras el castrismo siga oprimiendo, EE.UU. no se sentará a negociar con criminales disfrazados de Estado. Y para quienes pensaban que la presión internacional estaba perdiendo fuerza, este memorando demuestra que la lucha por una Cuba libre sigue más viva que nunca.