El régimen cubano volvió a sacar su viejo libreto antiimperialista este fin de semana, tras el anuncio de un nuevo Memorando Presidencial de Seguridad Nacional firmado por Donald Trump, que endurece aún más el embargo y limita las ya escasas relaciones económicas y de viaje entre Estados Unidos y Cuba.
Como era de esperarse, el MINREX salió al paso con una declaración llena de retórica oxidada, pretendiendo hacer creer al mundo que “Cuba es un país pacífico, estable y solidario”, mientras la Isla se derrumba a pedazos y su gente sobrevive como puede en medio de apagones eternos, hambre, inflación y represión.
Un discurso para el teatro, no para el pueblo
En el comunicado oficial, el Ministerio de Relaciones Exteriores rechaza “categóricamente” el memorando firmado por Trump el 30 de junio, al que califica como una “reedición de políticas hostiles” ya vistas durante su primer mandato. Según el texto, Washington estaría intentando quebrantar la voluntad política de la nación cubana y tomar control del país para decidir su destino.
Sí, así mismo, como si alguien todavía se creyera ese cuento de ciencia ficción.
Mientras el régimen acusa a EE.UU. de querer destruir el “socialismo cubano” y forzar una transición al capitalismo, la realidad en las calles pinta otro escenario: el pueblo no necesita ninguna potencia extranjera para saber que el modelo cubano ya no da más.
La culpa no es del embargo, es del desastre interno
Aunque el régimen agita la bandera del embargo como excusa, la mayoría de los cubanos ya saben perfectamente que el colapso de su país no se debe a sanciones externas, sino a la incompetencia estructural del sistema comunista. Las empresas privadas están asfixiadas por trabas burocráticas, las remesas pasan por manos del Estado, que se queda con su tajada, y todo lo estratégico lo controla GAESA, el pulpo militar que maneja desde hoteles hasta contenedores de pollo congelado.
“Conducta abusiva, transgresora e ilegal”, así describió el MINREX las medidas de Trump, mientras ignora por completo los atropellos que comete a diario contra su propio pueblo: represión a protestas pacíficas, censura en Internet, desapariciones forzadas, presos políticos y un éxodo sin freno de cubanos que ya no aguantan vivir en un país donde lo único que crece es el discurso oficial.
El castrismo repite el guión mientras el país se cae a pedazos
En su afán por culpar al “enemigo externo”, el régimen sigue vendiendo la imagen de una Cuba “soberana y digna”, cuando en realidad se trata de una dictadura desconectada del sufrimiento real de la gente, atrincherada en su retórica vieja mientras el pueblo escarba entre las ruinas buscando comida o señal de celular.
Afuera, el mundo ya no se traga la película. Adentro, los cubanos lo tienen más claro que nunca: no es el embargo lo que tiene al país en ruinas, es el régimen mismo, su inmovilidad, su represión y su miedo a soltar el poder.
Trump solo ajustó el tornillo. Pero el tornillo que revienta es el que aprieta el castrismo contra su propia gente.