En otro capítulo de su eterna improvisación, el régimen cubano acaba de quitarle a portadores privados 42 ómnibus en Cienfuegos, para meterlos de nuevo bajo el control estatal. ¿La justificación? Según los mandamases locales, los carros “no estaban prestando servicio regular”. Claro, como si el transporte estatal sí lo hiciera…
El medio oficialista 5 de Septiembre reportó que el proceso de “recuperación” (léase: decomiso encubierto) tardó unas tres semanas. Los vehículos llevaban casi un año varados, y en vez de ayudar a los arrendatarios a resolver problemas de combustible o piezas —que el propio Estado no garantiza—, decidieron recentralizar el caos.
La propaganda dice una cosa, pero la realidad es otra
El director de la Unidad Básica de Transporte de Pasajeros, Orlando Valdés, intentó vender la idea como un éxito: ya reacondicionaron la mitad de los ómnibus y los lanzaron en rutas estatales. Algunas líneas que estaban muertas, como la 1, 3, 5 o la 207, “revivieron” en la ciudad cabecera, y se reorganizaron recorridos para tocar zonas rurales abandonadas.
En teoría, el pasaje sigue costando un peso, pero el pueblo sigue esperando las guaguas como si fueran cometas Halley. La promesa es duplicar la frecuencia en algunas rutas, pero todo queda en veremos cuando el combustible y los repuestos brillan por su ausencia.
Palmira, Aguada, Abreus y otras zonas de Cienfuegos también vieron regresar algunas rutas fantasmas, como las de Juraguá o Las Cajas. Incluso sumaron una ruta que conecta por barco con La Milpa, y que promete cerrar a las 10:30 p.m., algo casi insólito para un sistema donde de noche no se mueve ni el aire.
Pero más allá del maquillaje, lo que esto revela es el fracaso del experimento con los privados, que en su momento se presentó como una “solución alternativa”. Hoy, en lugar de incentivar la eficiencia, el régimen vuelve a meter la mano y asfixiar lo poco que funcionaba por fuera del control estatal.
El “rescate” del transporte: un show para tapar la miseria
Lo que pasa en Cienfuegos no es un caso aislado. En todo el país, el transporte está en ruinas, y las “soluciones” parecen más sketches de humor negro que políticas públicas serias.
En La Habana, por ejemplo, andan sacando titulares con la “reactivación” del tren hacia Expocuba, una línea olvidada por años. Pero por mucho que lo pinten bonito, los propios destinos —como el Parque Lenin, hecho leña— son el reflejo del abandono estatal.
En los cielos no hay mucho que celebrar tampoco. Cubana de Aviación sigue dando tumbos, con apenas dos aviones volando, recortes en el equipaje y cambios de horario que no tienen pies ni cabeza. El trayecto La Habana–Camagüey, por ejemplo, ahora tiene horarios que no se ajustan ni al más paciente de los cubanos, que muchas veces depende de estos vuelos para tratarse médicamente o simplemente poder visitar a su familia.
¿Y las donaciones de China? Otro parche más
El régimen anunció con bombos y platillos que China donó piezas para reparar 100 guaguas en La Habana. Pero ni se emocionen: los técnicos dicen que arreglar esas guaguas es casi tan complicado como fabricarlas desde cero, y solo unas pocas podrían estar listas antes de fin de año.
Mientras tanto, más de 300 guaguas siguen varadas por falta de piezas, acumulando polvo en los patios estatales. Así que esa “donación” no es más que una curita puesta sobre una herida que necesita cirugía.
Conclusión: el castrismo, como siempre, arreglando el transporte a golpe de consignas y control estatal, pero sin resolver el problema de fondo. El pueblo, como siempre, se queda esperando en la parada.
