En esta isla donde el absurdo es pan de cada día y la represión se mezcla con el menú, comer carne de res o saborear una langosta ha sido por años casi un acto subversivo. En Cuba, matar una vaca —aunque sea la tuya— es delito con castigo de cárcel, y las langostas, esos manjares marinos, son privilegio exclusivo de turistas, hoteles o exportaciones. Para el cubano de a pie, incluso mencionarlas era tentar al Diablo… o al agente de la Seguridad del Estado.
Por eso no es raro —aunque sí escandalosamente revelador— que el trovador oficialista Amaury Pérez se haya despachado con un relato lleno de nostalgia, doble sentido y confesiones que, si se aplicara la ley con la misma vara para todos, le habrían costado años de prisión.
Langostas a 40 y carne en la bañadera: sobrevivencia en modo criollo
En su texto “EN LOS 90’s (Estampas cortas 1)”, Amaury se lanza a recordar el “Período Especial”, esa etapa en la que la hambruna bailaba con la desesperación, pero en la que no faltó el ingenio para burlar el hambre… y al régimen.
“Caballeros, llegó el Quisi di Conchi”, era la clave que usaba una amiga para avisar que tenía queso. “¿Istí bini di preci?”, respondían, jugando con un italiano caricaturesco que mezclaba paranoia con sarcasmo criollo. La escena más jugosa la protagonizó Maricusa, quien anunció: “Tengo languis”. “¿A cantis?”, preguntó Amaury, y la respuesta fue precisa: “A carantis”, o sea, a 40 dólares. ¿La cola o la masa?, insistió él. “¡La cali, coño, no me hagas hablar más que nos van a jo…er!”, soltó ella con el susto metido en el cuerpo.
Y como si fuera poco, también menciona a “Amatista”, nombre en clave para un pedazo de carne de res escondido en la bañadera. El apodo venía de una vaca famosa en una telenovela brasileña que medio país seguía con devoción. Todo era tan clandestino que daba risa… o ganas de llorar.
Amaury remata diciendo que muy pocas veces pudo saborear esas joyas prohibidas, y lo hace con esa mezcla de ironía y nostalgia que a veces usan los privilegiados para hablar de miserias que ellos vivieron desde otro ángulo, siempre más cómodo.
“And More” no era “Moré”: cuando Consuelo le bajó los humos a un comisario cultural
En otra “estampa” publicada el 13 de junio, el trovador cuenta una anécdota de lujo protagonizada por su madre, la inigualable actriz Consuelo Vidal, que sin pelos en la lengua desnudó la ignorancia de un “cuadro revolucionario”.
Corrían los mismos años 90. Un burócrata llegó enfurecido a casa de Consuelo con una revista Billboard en la mano. El motivo de su indignación era que en la publicación aparecía un disco llamado Dancing with the Enemy, una recopilación de música cubana. Para el funcionario, ese título era una ofensa a la patria.
Consuelo, sin perder la elegancia ni el filo, hojeó la revista, vio que al final decía “and more” y —siguiendo el juego que le sopló su hijo— soltó: “Mira, tampoco está tan mal, si hasta incluyeron a Benny Moré”.
El tipo, como buen burócrata ignorante, gritó alborozado: “¡Coño, Consuelito, es cierto!”, confundiendo more con Moré. La actriz, con esa agudeza que no se enseña en escuelas del Partido, le lanzó el golpe final: “¡Mira que eres idiota, fulanito! And more, no Moré. Mejor te vas de mi casa”.
La idiotez institucional, el hambre disfrazada de código secreto y la doble moral del sistema quedan al desnudo en estos relatos. Porque en Cuba no solo se sufre: también se sobrevive con ingenio, se come a escondidas y, a veces, hasta se ríe para no llorar. Lo que no se perdona es que los mismos que promueven las leyes que criminalizan a un campesino por comerse su vaca, se den el lujo de contar, con tono de broma y superioridad, cómo ellos sí lo hicieron… y no les pasó nada.
Esa es la Cuba de siempre: una élite que se burla desde el sofá mientras el pueblo se parte el lomo para comer un huevo… o soñar con una langosta.
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