El caso de Alexis Osmani González Companioni, un joven cubano involucrado en un trágico accidente vial en Dallas, Texas, ha sacudido tanto a la comunidad migrante como a la opinión pública en la Isla y el exilio. Con solo 27 años, este avileño quedó en el centro de una tragedia que terminó con seis muertos y más de una docena de heridos, luego de quedarse dormido al volante de una rastra en la autopista I-20 el pasado 28 de junio.
Pero lo que ha estremecido aún más es lo que vino después: el muchacho ha expresado su deseo de quitarse la vida y ha pedido a su familia que no gaste ni un centavo en abogados.
Según reveló el activista cubano Guillermo Rodríguez Sánchez, el joven está bajo medidas de seguridad especiales debido a su estado mental. Asegura que Alexis ha rechazado cualquier defensa privada, pidiendo únicamente el defensor público asignado por ley. También pidió a sus familiares que vendan todas sus pertenencias y manden el dinero a su madre en Cuba.
“Acepta su destino sin excusas ni justificaciones”, apuntó Rodríguez, quien compartió sus impresiones en redes sociales con el propósito de contextualizar —sin justificar— el comportamiento del acusado.
Un error que costó seis vidas… y arruinó siete
La fiscalía estadounidense lo acusa de homicidio involuntario en seis casos, cargos que podrían costarle hasta 120 años de prisión. Y aunque su responsabilidad es innegable, Rodríguez invitó a reflexionar sobre el perfil de este joven, a quien conoció desde sus años universitarios en Cuba.
Sí, en su momento fue militante de la FEU y posó con diplomas bajo la imagen del dictador Fidel Castro, pero —como bien aclaró el activista— eso no lo convierte en cómplice del régimen ni en represor. “Nunca fue chivatón ni le jodió la vida a nadie”, aseguró. Al contrario, fue un joven que un día decidió dejarlo todo atrás y buscó ganarse la vida decentemente como camionero.
“Cometió errores, claro que sí. Se metió en marañas para conseguir licencia, y acabó en un pestañazo que marcó su vida para siempre”, reconoció Guillermo. Pero lejos de crear una narrativa sensacionalista, defendió la idea de que este accidente no fue producto de la maldad, sino de la irresponsabilidad y de un sistema que también lo explotó.
El costo humano de sobrevivir en el exilio
Alexis llegó a Estados Unidos con una visa ESTA de 90 días y nunca regresó a la Isla. Como muchos cubanos, optó por quedarse, buscando una mejor vida. Sin embargo, cargaba con enfermedades que, según se ha sabido, lo inhabilitaban para manejar vehículos pesados. Aun así, trabajaba como chofer de rastra, una decisión que ahora lo tiene enfrentando una pesadilla legal. La empresa para la que trabajaba fue demandada y terminó quebrada por completo tras el siniestro.
Este caso no solo evidencia las fallas de un sistema migratorio que deja desprotegidos a miles, sino también la fragilidad emocional de muchos jóvenes cubanos, que al verse lejos de casa y bajo presión económica, se ven forzados a aceptar trabajos para los que no están en condiciones. Y cuando algo sale mal, el peso de la culpa es tan demoledor como la propia tragedia.
“Sí, Alexis es ahora un criminal por homicidio involuntario. Pero no es un asesino por voluntad”, zanjó Rodríguez. “Las leyes de Estados Unidos le van a caer con todo el rigor. Y es lo justo. Pero también debemos saber distinguir entre los que dañan con saña y los que simplemente fallaron. Aunque esa falla haya sido irreparable”.
En una Cuba donde muchos jóvenes como Alexis son empujados al abismo por la desesperanza, este caso resuena con fuerza. Es un eco de lo que puede pasar cuando la miseria, el abandono y el desarraigo se cruzan en el peor momento. La tragedia no solo fue en la autopista de Texas. La verdadera tragedia empezó mucho antes, en una isla rota donde a los jóvenes no se les permite soñar, ni siquiera dormir en paz.