Lo que debía ser una jornada diplomática normal en la sede de la Embajada de Estados Unidos en La Habana, terminó empañada por una nueva embestida represiva del régimen cubano, que no solo impidió la asistencia de activistas y periodistas, sino que además censuró la interpretación del himno nacional cubano durante el evento.
En otra jugada digna de un manual de paranoia política, la dictadura caribeña presionó a la cantante cubana invitada para que no acudiera a cantar el Himno de Bayamo, pieza clave en la recepción por el Día de la Independencia de EE.UU. ¿El motivo? El mismo de siempre: callar, ocultar, reprimir.
Represión vestida de “orden”
Desde bien temprano el martes, lo que se vivió fue una operación nacional orquestada para acorralar a la disidencia. Arrestos domiciliarios, detenciones selectivas y vigilancia militarizada en varios puntos del país marcaron la jornada previa al acto diplomático.
Entre las personas impedidas de asistir estuvieron la reconocida activista Berta Soler, líder de las Damas de Blanco, el escritor Ángel Santiesteban, la periodista Camila Acosta, y el médico opositor Oscar Elías Biscet, todos cercados por agentes de la Seguridad del Estado o directamente detenidos.
“No pudieron ni cantar el himno”
La represión cruzó la frontera del ridículo cuando Mike Hammer, jefe de la misión diplomática estadounidense en Cuba, denunció públicamente que la cantante encargada de entonar el himno nacional fue forzada a no presentarse. Sin otra opción, el funcionario pidió a los presentes que lo cantaran improvisadamente, subrayando así el nivel de represión cultural al que ha llegado el régimen.
Esto ya no es solo censura: es una obsesión por evitar a toda costa que se escuche una sola nota que evoque patria o libertad, si no viene entonada por sus voceros.
Cuba bajo vigilancia y miedo
La paranoia de la dictadura no se quedó en La Habana. En Villa Clara, Cienfuegos y Pinar del Río, opositores denunciaron que les prohibieron salir de sus provincias para asistir al acto. Algunos fueron interceptados en las calles, otros sitiados en sus propias casas.
Y todo esto ocurre mientras Cuba se hunde más en su crisis económica, con un pueblo desesperado por comida, electricidad y libertad, y con un aparato represivo cada vez más torpe y nervioso, temiendo otro estallido como el del 11 de julio de 2021.
Una dictadura que le teme a una canción
Lo ocurrido con la artista invitada es mucho más que un detalle. Es la muestra de que el castrismo ha perdido completamente el rumbo. Impedir que una cubana cante su propio himno en un acto diplomático no es proteger la soberanía, es pisotearla. Es negar la identidad nacional por miedo a que suene donde no se controla la narrativa oficial.
El mensaje que deja esta jornada es claro: el régimen ya no combate ideas, combate presencias. Combate gestos. Combate símbolos. Pero en ese combate sin sentido, se va quedando solo, sordo ante el clamor de un país que, incluso bajo la represión más absurda, sigue cantando bajito la palabra libertad.