En medio del apagón nacional que ya parece eterno y una crisis económica que no da tregua, el régimen cubano ha lanzado su campaña de verano 2025 con el lema “Siempre Joven”, una consigna que suena más a chiste cruel que a propuesta real. La idea, según la narrativa oficial, es llenar de “alegría” los barrios con actividades culturales y deportivas… aunque los recursos no alcancen ni para encender un ventilador.
Durante la última edición de la Mesa Redonda, esa vitrina de propaganda sin retorno, representantes del INDER, la UJC y el Ministerio de Cultura se reunieron para vender el espejismo: un verano austero, pero “estético”, donde los jóvenes, en vez de ir a la playa o al cine, se mantendrán “entretenidos” en su cuadra, en medio del polvo, el calor y el apagón de turno.
La fórmula del régimen es la misma de siempre: convertir la precariedad en virtud. Según Raúl Fornés Valenciano, vicepresidente primero del INDER, hay que aprovechar el tiempo libre de manera “sana y productiva”, lo cual en su código significa “hacer mucho con nada”. Y como siempre, se echa mano del cuento trillado sobre “rescatar tradiciones”, “fortalecer la familia” y “conocer la historia patria”, porque es más fácil repetir consignas que resolver el transporte, la comida o la electricidad.
¿Actividades? Claro, muchas… pero en el barrio y con lo que haya. Correr por las calles, talleres de papel maché, películas en centros culturales sin aire acondicionado y conciertos “de día” para ahorrar corriente. Todo suena muy bonito hasta que uno se acuerda de que la mayoría del pueblo no tiene ni cómo moverse de una esquina a la otra sin gastar un salario entero.
Santiago de Cuba será el escenario principal, conmemorando sus 510 años entre apagones y escasez, mientras se desarrollan los Juegos Escolares y otras actividades para los niños. Pero aquí viene el detalle que quita la música de fondo: esos mismos niños también irán a fábricas, organopónicos y escuelas como parte del programa de las Fuerzas de Acción Pioneril (FAPI), que el régimen vende como formación de valores, pero que a todas luces es explotación infantil maquillada.
En esta “fiesta del barrio”, los más pequeños tendrán que “donar” su tiempo de descanso al trabajo, bajo el cuento de la responsabilidad social y el amor a la patria. Y como si fuera poco, la UJC suma a la mezcla varias jornadas “productivas” y campamentos patrióticos para celebrar —cómo no— el cumpleaños del Comandante en Jefe.
Y mientras todo esto ocurre, la culpa vuelve a ser de Trump. Así lo soltó sin pestañear Randy Alonso al comenzar la Mesa Redonda, acusando al expresidente estadounidense de querer “aguarle la fiesta” al pueblo cubano. Una línea más en la vieja estrategia de culpar al “enemigo externo” mientras el país se cae a pedazos desde adentro.
La realidad es otra. El campismo apenas funciona porque no hay cómo llegar, y aunque se diga que aún hay reservaciones disponibles, la ocupación supera el 85% y el transporte es un caos. ¿Resultado? Las familias vuelven a cargar con la misión imposible: hacer del verano una “experiencia creativa y útil” con el refrigerador vacío, el sol a la cara y la electricidad bailando la conga del horario especial.
Así se vive el verano “juvenil” en la Cuba real: una temporada marcada por la improvisación, el discurso reciclado y la resignación obligatoria. Porque cuando el régimen te vende el verano como un lujo estético, lo que te están dando en realidad es una dosis más de propaganda para disfrazar la miseria.
