El humorista cubano Ulises Toirac, con su estilo directo y sin pelos en la lengua, reventó las redes esta semana al soltar su frustración ante los apagones infernales que revientan a La Habana, donde la electricidad desaparece hasta por 19 horas al día.
“Lo de anoche fue infame”, soltó en un video que subió a Facebook, visiblemente cansado, sudado y con ojeras del tamaño de una zona horaria. “Estoy despertando tardísimo por culpa de los… ¡Es que no puedo dormir, asere! ¡No puedo dormir! A mí me quitan la luz y es como si me dieran un planazo por la paleta. Mosquitos, falta de ventilador, calor… ¡Buenos días!”, exclamó, mientras caminaba cabizbajo por las calles capitalinas.
Ya no es chiste, es pura desesperación.
Toirac, que siempre ha usado el humor como catarsis nacional, lleva rato tirándole con todo al desastre energético que arrastra el país. Hace unos días se desahogó así: “Ya no son 20 horas sin corriente en las provincias… ¡son 30! Porque no hay sistema electroenergético y no hay dinero para cubrir la demanda. Y ese dinero solo puede salir produciendo… pero no podemos producir porque no hay electricidad”. Un círculo vicioso que parece escrito por Kafka… pero en chancletas.
Y sí, al régimen le molesta. Tanto, que en junio lo citaron los segurosos. “Parece que no les gusta lo que estoy diciendo”, ironizó el actor. Pero ni amenazas ni citaciones han logrado apagar su voz… ni su rabia.
Apagones en La Habana: cada día más oscuros
Según la propia Empresa Eléctrica de La Habana, el jueves pasado la capital se quedó sin corriente unas 19 horas en promedio. A las 11:50 p.m., la afectación llegó a los 87 MW. Y aunque luego se restableció algo del servicio en la madrugada, los cortes siguen más duros que nunca.
Y por si fuera poco, a finales de junio publicaron con total desparpajo un nuevo cronograma de apagones, como quien lanza un parte meteorológico del desastre. Supuestamente, la programación decía que serían ocho horas al día por bloque, pero la realidad ha sido muy distinta: la electricidad se va y regresa cuando le da la gana —y muchas veces, ni regresa.
“En mi zona estuvimos sin luz desde las 2:00 am hasta las 6:00 am”, escribió un usuario furioso en las redes oficiales de la empresa eléctrica. “Dicen que no cortaron y uno con el refrigerador escurriendo agua y peste… ¡Nos están tomando el pelo!”, soltó otro, reflejando la indignación que arde en todos los barrios.
En Centro Habana, una vecina contó: “Nos pusieron la corriente y a los diez minutos la volvieron a quitar. Así mismo se rompen los equipos, ¿quién paga eso después?”. Nadie, por supuesto.
Cuando la falta de luz se convierte en una amenaza a la vida
Esto ya no es solo un problema de bombillos apagados o ventiladores parados. Es una emergencia de salud pública que pone en peligro la vida de los cubanos más vulnerables.
Con temperaturas que superan los 35 grados, cero agua potable, mosquitos por camiones y virus como el dengue y el Oropouche haciendo fiesta, la falta de electricidad es gasolina para la tragedia.
Los médicos lo saben: el insomnio forzado genera ansiedad, fatiga, depresión y debilita el sistema inmunológico. Y eso sin contar los alimentos que se pudren, los medicamentos refrigerados que se echan a perder y los niños que no pueden dormir ni estudiar.
“Mi hijo llora toda la noche por el calor y los mosquitos, y al otro día va a la escuela rendido”, cuenta Laura, madre de dos pequeños en La Habana Vieja.
Niños, ancianos, personas enfermas… todos sufren lo mismo. La crisis energética no discrimina, pero sí golpea con más fuerza a los que menos pueden defenderse. Y todo mientras los responsables siguen tirando discursos vacíos desde oficinas con aire acondicionado y plantas eléctricas privadas.
En Cuba, la oscuridad no es solo literal. Es sistémica. Y cada apagón es una cachetada más a un pueblo que ya no aguanta más.
