Después de más de seis décadas de venderle al pueblo el cuento del “socialismo cubano”, una voz autorizada del régimen se le fue la lengua en televisión nacional y soltó lo que miles de cubanos han dicho durante años —y han pagado caro por repetirlo—: Cuba no es socialista.
La confesión vino de Silvia Odriozola Guitart, decana de la Facultad de Economía de la Universidad de La Habana, quien soltó la bomba en el programa oficialista Cuadrando la caja. Según ella, lo que hay en la isla no es socialismo, sino “una etapa histórica de construcción del socialismo”. O sea, la misma muela de siempre, pero dicha con cara seria y diploma en mano.
Más de seis décadas “construyendo” y aún no levantan ni los cimientos.
Esta vieja excusa, reciclada desde los tiempos de Fidel, sirve para justificar el desastre nacional, la represión, el hambre y la censura, mientras se sigue prometiendo un paraíso que nunca llega. Todo bajo la sombrilla ideológica de un modelo que en la práctica no es más que una dictadura con discurso marxista y lujos para la cúpula.
Resucitando a Lenin para tapar el hueco
En su intervención, la académica fue más allá y sugirió que la solución para el colapso económico de Cuba es volver al pensamiento de Lenin. Sí, ese mismo que inauguró el totalitarismo en Rusia, con gulags y todo. “Es una economía política que se nutre del marxismo y bebe de la experiencia de Lenin”, dijo sin sonrojarse, como si no estuviéramos en 2025 y los cubanos no supieran lo que significa vivir bajo esa receta.
También repitió la cantaleta de que la “economía política del socialismo” es una ciencia en construcción, y que el reto está en llevar los consensos teóricos a la práctica. Pero lo que no explicó es por qué esa práctica siempre se traduce en colas, apagones, salarios de miseria y una vida de sobrevivencia para la mayoría.
Mientras tanto, los jerarcas del sistema viven entre privilegios, autos, casas en Miramar y comida importada. ¿Qué clase de socialismo es ese?
Un programa con nombre de circo
Cuadrando la caja, el programa donde soltaron la “revelación”, es una coproducción entre Cubadebate, La Pupila Insomne y el Sistema Informativo de la Televisión Cubana. Una especie de teatro económico donde todo es fachada: hablan de economía como si el país no estuviera hecho leña. Y por si quedaban dudas de su naturaleza doctrinaria, la presentadora se llama Marxlenin. Sí, con ese nombre: un engendro entre Marx y Lenin que dice más que todo el guion del programa.
Y pensar que sus padres estudiaban Filosofía en la Universidad de La Habana… así estamos.
La misma palabrería, la misma miseria
Lo dicho por Odriozola no es nuevo. En junio, el propio Díaz-Canel reconoció que aún no hay un sistema económico estructurado para el socialismo. O sea, que después de 65 años de gobierno comunista, todavía están improvisando.
Y, por supuesto, en lugar de admitir el fracaso, sigue aferrado al marxismo-leninismo como si fuera la salvación, cuando en realidad ha sido la receta perfecta para arruinar al país.
El mandatario sigue insistiendo en que hay que “rescatar el pensamiento marxista”, como si no bastaran los resultados de décadas de ineficiencia, represión y estancamiento. A día de hoy, las empresas estatales siguen siendo agujeros negros de corrupción y despilfarro, incapaces de generar riqueza real o sustento digno para sus trabajadores.
Socialismo, pero solo en los discursos
El socialismo cubano es como un unicornio: mucho se habla de él, pero nadie lo ha visto jamás. Fidel nunca lo construyó. Raúl no supo cómo. Y Díaz-Canel, en lugar de cambiar el rumbo, sigue pateando la lata hacia el abismo.
A estas alturas, el cuento del “período de construcción” solo le cuela a quienes viven del cuento. Porque para el cubano de a pie, el socialismo nunca existió, y lo que hay es una maquinaria de control político disfrazada de igualdad.
Y ahora, con esta declaración en vivo, la propia academia castrista confirma lo que millones ya saben por experiencia y sufrimiento: que no hay socialismo, solo un Estado autoritario que se esconde detrás de palabras grandes para justificar su fracaso rotundo.
Si después de 65 años necesitan “rescatar a Lenin”, es porque el sistema ya está podrido. Solo falta que alguien, con el valor suficiente, tenga la decencia de firmar su acta de defunción.
