Con Cuba sumida en una de sus crisis más duras en décadas —apagones eternos, comida desaparecida, transporte en ruinas e inflación desbocada— el gobierno, como si nada, decide subirle el volumen a la música y tirar la casa por la ventana con las llamadas Fiestas Cristal.
Sí, en pleno colapso nacional, la Cervecería Bucanero S.A., junto a MB Producciones y con la dirección artística de Edith Massola, montará en julio tremendas pachangas en Holguín (día 12) y en La Habana (día 19). Y no faltarán los artistas habituales de estos espectáculos bien orquestados por el poder: Maykel Blanco, Elito Revé, JG y Wildey.
Pan y circo, versión tropical
En Holguín, según anunció el periódico Ahora, la cosa irá con todo: 16 carpas repletas de cerveza Cristal, puestos de comida y un escenario iluminado hasta las 2:00 de la madrugada. Todo esto será montado en los alrededores del estadio Calixto García, con entrada gratis, como para que nadie diga que no invitan.
Pero mientras se arma la gozadera, los vecinos de El Llano siguen a oscuras por días enteros, y en La Habana hay municipios como Centro Habana y San Miguel del Padrón donde los apagones superan las 12 horas diarias. ¿Y el gobierno? Bien, gracias, montando tarimas.
“Un regalo al pueblo”, dicen
Desde Bucanero insisten en que estas fiestas son “una retribución a la familia cubana”, como si el pueblo estuviera pidiendo con urgencia ver a JG cantar mientras se derriten los alimentos en los refrigeradores apagados. Porque claro, nada cura la miseria como un poco de cerveza caliente y música a todo volumen, ¿no?
El problema es que la logística de un evento así —escenarios, luces, equipos de sonido, transporte, seguridad, promoción— no se arma sola y no cuesta poco, sobre todo cuando el país entero está hundido en la precariedad más absoluta.
La misma película del año pasado, con menos maquillaje
Desde 2023 se repite el mismo libreto: fiestas organizadas en medio de la tormenta. Y aunque digan que la idea es “llevar la buena música a cada rincón del país”, lo cierto es que el pueblo no necesita música, necesita medicamentos, corriente, comida y dignidad.
A la par, el régimen sigue empujando su campaña de verano “Siempre Joven”, donde prometen actividades “modestas pero estéticas”. Sin embargo, el contraste entre ese discurso y los espectáculos masivos es tan escandaloso como insultante.
¿De verdad esta es la prioridad?
Mientras el gobierno pide a los cubanos “usar el tiempo libre de manera productiva”, gasta recursos estatales en fiestas hasta la madrugada, en pleno desastre eléctrico. Y para rematar, lo hacen con artistas costosos y despliegues técnicos que solo podrían armarse si alguien allá arriba decide que el show vale más que el sufrimiento del pueblo.
Porque aunque las fiestas sean “gratuitas”, ¿quién puede llegar a ellas sin transporte, sin gasolina, sin un centavo en el bolsillo? ¿Quién baila con hambre, quién canta sin luz, quién aplaude cuando le faltan los medicamentos?
La gran cortina de humo
En el fondo, todo esto suena a una burda estrategia de propaganda: distraer al pueblo con música mientras se cae el techo. Que no se hable del hambre ni del colapso, que se hable del concierto. Un intento más de anestesiar al país mientras se sigue desangrando en silencio.
Y aunque el gobierno insista en vender estas fiestas como “un regalo”, la verdad es que la mayoría de los cubanos no está para celebraciones. Está luchando por sobrevivir. Porque no hay fiesta que borre el apagón, ni tarima que maquille una olla vacía.