Cuba arde en crisis. La realidad de millones de cubanos es tan cruda como desgastante: apagones que superan las 24 horas, una escasez brutal de alimentos y medicinas, el transporte público hecho trizas y una vida cotidiana marcada por el desaliento. Sin embargo, en medio de este desastre, el régimen sigue empecinado en recitar las mismas frases gastadas sobre el socialismo, como si fueran pócimas mágicas capaces de calmar el hambre y encender bombillos.
Este viernes arrancó en La Habana el X Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC), con Miguel Díaz-Canel al timón del naufragio. Desde las redes, el mandatario intentó vender la idea de que estaban debatiendo “con sentido crítico” los problemas que sufre el pueblo, y que el partido tenía la misión de «definir acciones y motivar la participación de todos». Pero todos sabemos que eso suena tan hueco como una cazuela vacía en una casa cubana a las 8 de la noche.
La vieja receta que nunca funciona
En vez de plantear cambios reales o abrir caminos de esperanza, los dirigentes del castrismo reafirmaron su fe ciega en el mismo sistema que ha llevado al país al colapso. Roberto Morales Ojeda, uno de los rostros del Buró Político, reconoció que estamos atravesando “una de las etapas más complejas” de la historia nacional, con palabras como “duras”, “limitaciones” y “desaliento” salpicando su discurso.
Pero, como siempre, el remate fue el mismo estribillo de siempre: “el socialismo es el camino”, y el Partido Comunista es “la brújula” del país. La misma brújula que nos ha llevado, sin freno, hacia la miseria.
El discurso oficial vs. la miseria real
Mientras los altos dirigentes del PCC se acomodan en salones con aire acondicionado, la mayoría del pueblo vive sin luz, sin agua, sin transporte y con la nevera vacía. No hay salario que aguante los precios, ni esperanza que sobreviva a tanta precariedad. El castrismo ya no puede garantizar lo más mínimo, ni siquiera los productos de la canasta básica. Aun así, siguen atornillados a una ideología que hace rato perdió todo contacto con la realidad.
El Pleno estuvo, como de costumbre, cargado de simbolismo rancio. Aparecieron figuras como Ramiro Valdés y Machado Ventura, como si verlos nos recordara que llevamos más de 60 años prometiendo un “futuro mejor” que nunca llega. Y lo peor es que la Constitución vigente consagra al Partido Comunista como “la única fuerza política” y al socialismo como modelo “irrevocable”, o sea, un camino sin salida donde nadie más puede opinar ni proponer otra cosa.
Una revolución que ni ellos saben qué es
Para rematar el teatro, días antes del Pleno, una académica del propio régimen dejó a todos en seco. Silvia Odriozola Guitart, decana de la Facultad de Economía de la Universidad de La Habana, confesó en la televisión nacional que “Cuba no es un país socialista” y que estamos “construyéndolo todavía”. ¿Después de seis décadas todavía estamos en obras? ¿Y mientras tanto qué somos, un país en ruinas esperando por los planos que nunca llegan?
La profesora pidió “rescatar a Lenin” y calificó la economía cubana como una ciencia aún “en construcción”. O sea, seguimos siendo un experimento eterno, donde cada fracaso es parte del “proceso”, y cada error es culpa del “bloqueo” o de que “todavía no se ha terminado de construir el socialismo”. Un cuento que ya no convence ni a los suyos.
Más marxismo para un país en colapso
La conclusión del Pleno es la misma de siempre: más marxismo, más consignas, más control ideológico. Mientras tanto, el pueblo necesita luz, comida, medicinas, transporte… no discursos reciclados ni promesas abstractas.
Y ahí está el contraste brutal: mientras los jerarcas del régimen se encierran a debatir sobre “resistencia” y “dignidad”, los cubanos de a pie siguen buscando cómo sobrevivir un día más sin perder la fe. Pero hasta la fe, con hambre, se agota.
Porque si algo quedó claro en este Pleno del Partido es que el castrismo no tiene intención de cambiar nada, aunque todo se esté viniendo abajo.