¡Imagínate vivir un año entero rodeado de aguas negras cada vez que cae un aguacero! Eso es exactamente lo que está pasando en el reparto Comandante Pinares, en La Fe, Isla de la Juventud. Los vecinos están hasta la coronilla de inundaciones con aguas albañales, mientras las autoridades se hacen las sordas, repitiendo excusas como si fueran un disco rayado. Y el barrio, hundido en el abandono.
Cada vez que caen cuatro gotas, el desastre es el mismo: cuatro edificios multifamiliares, la pescadería, un bodegón, la panadería y hasta el consultorio médico acaban anegados. La denuncia salió a la luz en una carta enviada a la sección Buzón del Lector del periódico oficial Victoria, donde los afectados relataron el martirio diario que viven.
Uno de esos vecinos, Wílmer Florián Local, del edificio 25 en calle 32, cuenta que el drama comenzó en junio de 2024 y que la paciencia del barrio está más que agotada. El problema: las tuberías están tupidas, los tragantes no dan abasto y el agua pluvial se mezcla con las aguas albañales. Resultado: calles apestosas, infecciones al acecho y la vida patas arriba.
Los residentes han denunciado la situación por todas las vías posibles: en reuniones de rendición de cuentas, a Recursos Hidráulicos de Isla de la Juventud, en La Fe, al PCC, y hasta directamente al director de la empresa hidráulica, gracias a una vecina con mano. Pero las respuestas siempre suenan a lo mismo: no hay personal, no hay cinta, no hay recursos… y, por supuesto, no hay petróleo para mover la famosa pipa de desobstrucción, apodada “el Monstruo”.
Pero los vecinos no se chupan el dedo. Denuncian que esa misma pipa ha venido varias veces a La Fe a destupir otros lugares, con problemas mucho más recientes que los suyos. Así que lo del petróleo suena más a cuento chino que a otra cosa. Lo que duele es que las prioridades siempre parecen estar en otra parte, mientras barrios enteros quedan hundidos en aguas fétidas.
Tras un año de promesas, visitas de funcionarios y discursos vacíos, la solución sigue sin aparecer, y lo que más temen los vecinos es que lleguen las lluvias de nuevo y vuelva a ser la misma película de terror. Y mientras tanto, silencio absoluto por parte de las autoridades.
Para colmo de males, el propio periódico Victoria destapó otra olla podrida: un proyecto ecológico llamado Manantial, que debía sanear el río Santa Fe y revitalizar el balneario Santa Rita, lleva ¡ocho años! empantanado en trámites burocráticos. Y eso que había 200,000 dólares donados por trabajadores eléctricos franceses destinados a arreglar las lagunas de oxidación de dos repartos. Pero nada. El dinero duerme el sueño eterno de la burocracia.
Mientras tanto, las aguas negras siguen corriendo libres por el río Santa Fe, poniendo en peligro el ecosistema y tirando por la borda una fuente de ingresos turísticos que Cuba necesita más que nunca.
Y lo triste es que lo de La Fe no es único. Desde La Habana hasta el último rincón de Cuba, barrios enteros están inundados en aguas negras, mientras más de 173,000 cubanos carecen de sistemas de saneamiento adecuados, según cifras oficiales. Una crisis que no es solo de cañerías, sino el reflejo de un país atrapado en una crisis multisistémica que sigue hundiendo a su gente, literal y figuradamente, en la miseria.