Mientras en Cuba la gente se las ingenia para sobrevivir en medio del calor asfixiante, las interminables colas y los apagones programados, Gerardo Hernández Nordelo, coordinador nacional de los tristemente célebres CDR y exespía de la Red Avispa, anda de lo más cómodo por Italia, disfrutando de un verano sin restricciones ni apagones.
Esta vez el fiel vocero del castrismo se dejó ver en Collegno, una apacible comuna en la provincia de Turín, donde posó frente a una tarja dedicada a Ernesto Guevara, instalada en una plaza que lleva su nombre. Según publicó el panfleto oficialista Cubadebate, el recorrido forma parte de una visita organizada por la Asociación Nacional de Amistad Italia-Cuba (ANAIC), una de esas entidades que repiten el guion de la dictadura mientras miran hacia otro lado ante las violaciones de derechos humanos en la isla.
Allí fue recibido con honores por el alcalde Matteo Cavallone, quien, al parecer, desconoce —o decide ignorar— que su visitante representa una de las estructuras de control social más represivas de Cuba. Los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) han sido, desde su creación, el ojo del régimen en cada cuadra, utilizados para vigilar, señalar y callar al disidente.
Un paseo con dinero del pueblo
El también miembro del Consejo de Estado no está en Italia por turismo, claro que no. Según la versión oficial, cumple con una “amplia agenda” que incluye actividades en Roma, Campania, Toscana, Emilia-Romaña y Piamonte, donde participa en eventos organizados por “amigos de Cuba”. Todo esto, mientras el cubano de a pie sobrevive con arroz y chícharos, sin corriente y con la nevera vacía.
Para colmo, no ha pasado mucho desde que el propio Hernández Nordelo se refirió a Europa como un “continente fallido”, con ese aire de superioridad tan característico del burócrata revolucionario que vive del cuento. Ahora, sonriente en Roma, parece haberse olvidado de sus críticas y del desastre que dejó atrás.
Un cinismo sin límites
Las imágenes del jefe de los CDR disfrutando del primer mundo mientras Cuba arde, han sido interpretadas por muchos —con toda razón— como un insulto a la miseria que vive el pueblo. La diáspora cubana y activistas por los derechos humanos no han tardado en denunciar su presencia en suelo europeo como un intento descarado del régimen de lavar su imagen internacional, utilizando a uno de sus rostros más cínicos.
Porque no se trata solo de un viaje diplomático. Es una muestra más de cómo los cuadros del castrismo viven una realidad paralela, blindados por sus cargos, viajando sin trabas y con viáticos, mientras los cubanos comunes ni siquiera pueden soñar con un pasaporte actualizado.
El doble rasero es descarado: predican soberanía desde la tribuna, pero a la hora de viajar prefieren los lujos del capitalismo europeo que tanto critican. Y lo hacen sin rendir cuentas, sin explicar cómo financian sus estancias, sus cenas, sus hoteles. Todo mientras el país se cae a pedazos.
Europa, ¿de brazos cruzados?
La pasividad de ciertos gobiernos europeos, que reciben a estos emisarios del autoritarismo sin cuestionar sus credenciales, también genera indignación. ¿Cómo puede Europa —autoproclamada defensora de los derechos humanos— acoger a quienes encabezan la maquinaria de represión de un régimen como el cubano?
Gerardo Hernández no es un funcionario cualquiera. Es un rostro visible del sistema de vigilancia y represión más arraigado del continente americano. Y cada selfie que se toma en una plaza europea es una bofetada para quienes en Cuba no pueden ni hablar libremente, mucho menos viajar.
Mientras él se pasea entre monumentos y vinos, en la isla la gente sigue atrapada entre el calor, la falta de alimentos y la desesperanza. Su sonrisa en Italia no es inocente: es la risa del poder que nunca ha pagado por sus crímenes.
