Con el corazón hecho pedazos y una fe que se aferra a lo poco que queda, Maura Vázquez lanzó este domingo un llamado desesperado para encontrar a su hija, Doraiky Águila Vázquez, desaparecida desde hace meses en La Habana. La mujer, al borde del colapso, pidió ayuda a gritos por medio de una publicación en Facebook, apelando no solo a los ciudadanos, sino también a credos, instituciones y hasta al cielo mismo.
“Lo imploro de rodillas a Dios y a todo el pueblo”, escribió la madre cubana en un mensaje que ha estremecido a miles. No es solo una petición: es un grito de angustia, un reclamo ante un Estado ausente que ha ignorado olímpicamente el caso.
Una familia que se desangra en el abandono
Doraiky, de 48 años, fue descrita por su madre como una mujer de tez muy trigueña, cabello canoso y ojos grandes color carmelita. “Tiene dos hijos y una familia entera que no duerme, que la busca sin descanso”, recordó Maura, mientras exigía que se revisen casas, calles, solares y cualquier sitio donde pueda estar.
Lo más grave es que Doraiky necesita atención médica urgente, algo que su madre ha reiterado una y otra vez sin recibir ninguna respuesta concreta de las autoridades.
Desaparecida desde marzo y sin rastro
La pesadilla comenzó el 13 de marzo, cuando la mujer fue vista por última vez en La Habana. Desde entonces, ni una pista, ni un informe oficial, ni un movimiento visible por parte de las autoridades. Solo la constancia incansable de una madre y la solidaridad de cubanos que se han unido a su causa en redes sociales.
A pesar de los múltiples llamados públicos y las denuncias hechas por la familia, el régimen cubano no ha activado ningún mecanismo de búsqueda efectivo. Y lo que es peor: ni siquiera ha emitido una nota oficial sobre el caso, como si la desaparición de una mujer vulnerable fuera asunto menor.
“Si a mi hija le pasa algo, responsabilizo al gobierno”
Así lo dijo Maura Vázquez a finales de junio, en una declaración que mezcla rabia y dolor, esa mezcla que solo puede sentir quien ama y no encuentra respuestas. Su frase fue clara y directa: “Responsabilizo al gobierno cubano si a mi hija le pasa algo”.
Y no es para menos. En un país donde el aparato represivo funciona como reloj para vigilar, reprimir y censurar, la inacción frente a un caso humano tan urgente solo confirma el desprecio oficial por la vida ajena.
El símbolo de un país roto
La desaparición de Doraiky Águila ya no es solo el drama de una familia, sino un símbolo de algo mucho más profundo: la falta de humanidad de un sistema que no protege ni responde, que abandona a sus ciudadanos hasta cuando más lo necesitan.
Maura ha compartido cartas, mensajes abiertos, súplicas públicas. Ha convertido su dolor en bandera de lucha. Pero el Estado, ese que presume tanto de “revolucionario”, mira hacia otro lado como si no fuera con él.
Doraiky sigue desaparecida. Y con ella, se desvanece la esperanza de quienes aún creen que en Cuba la vida de una mujer cuenta para algo.
Por eso, en medio del silencio cómplice del poder, la única esperanza real sigue siendo la solidaridad del pueblo, esa que no se rinde aunque el gobierno se calle. Porque mientras una madre siga buscando, el olvido no tendrá la última palabra.