Lo que está pasando en Cuba con la electricidad está sacando a la gente de sus casillas. Y no es para menos. Imagina estar cinco días completos sin luz, con el calor sofocante del verano, la comida echándose a perder en el refrigerador y los niños sin poder estudiar. Pues eso fue exactamente lo que vivieron los vecinos del Diezmero, en San Miguel del Padrón, quienes decidieron que ya habían aguantado suficiente y salieron a la calle a protestar. ¡Y vaya si hicieron ruido!
Todo comenzó cuando un transformador se averió, dejando a decenas de familias completamente a oscuras. Después de cinco días de promesas incumplidas y ninguna solución visible, los vecinos dijeron “¡basta ya!” y cerraron una de las calles como forma de llamar la atención. La protesta se hizo viral en redes sociales, especialmente en perfiles como el de La Tijera, que compartieron fotos y videos de la manifestación. Porque en estos tiempos, si no está en Facebook, parece que no existe.
Y es que el descontento no es solo por quedarse sin corriente. Una madre lo resumió todo en medio de la protesta: “Nuestros niños están en pruebas finales y no han podido asistir a la escuela porque no hay condiciones en la casa”. Una frase sencilla pero que refleja la angustia que viven las familias cubanas cuando el apagón no es solo oscuridad, sino también comida perdida, calor insoportable y niños que no pueden estudiar.
A la crisis energética se suma otro drama: el de la comida que se echa a perder. Sin refrigeradores funcionando, los alimentos duran un suspiro. “La comida echada a perder, los niños no pueden ir a la escuela. Cerramos la calle para ver si así nos escuchan”, decía una de las vecinas durante la protesta. Y es que, en Cuba, la comida es oro, y perderla por un apagón duele… y mucho.
Pero la presión popular hizo su efecto. Las familias afectadas contaron que, tras el cierre de la calle, la Empresa Eléctrica apareció en el lugar con un transformador nuevo bajo el brazo. Parece que, cuando la gente se planta y dice “hasta aquí”, las soluciones aparecen como por arte de magia. Lástima que tenga que llegar a ese extremo para que los escuchen.
Lo cierto es que este episodio no es ni de lejos un caso aislado. En La Habana, el hartazgo ante los apagones está subiendo como la espuma. Los cortes eléctricos son cada vez más prolongados, más desordenados y, lo peor, más frecuentes. La paciencia de la gente está al límite, y no es difícil entender por qué.
Con temperaturas que parecen de horno encendido y sin una brisa de ventilador para refrescarse, la gente apenas puede dormir. Guardar comida se ha convertido en un reto, y estudiar o trabajar desde casa es, directamente, misión imposible. Mientras tanto, las esperanzas de que la situación mejore pronto son mínimas.
La Empresa Eléctrica de La Habana se ha limitado a decir que los apagones son una “medida de emergencia” para equilibrar el déficit de generación en el Sistema Eléctrico Nacional (SEN). Dicen que las afectaciones se hacen “de manera equitativa” entre los diferentes bloques. Pero la realidad es que muchos ciudadanos sienten que no hay ni equidad ni transparencia. Y encima, cuando se rompen los transformadores, el calvario se alarga aún más.
Las autoridades hablan mucho de energías renovables y de eficiencia energética. Han sacado campañas para ahorrar corriente y para instalar paneles solares. Pero, por ahora, todo parece quedarse en palabras bonitas y pocos resultados. Porque mientras tanto, el sistema eléctrico está hecho polvo, y la dependencia del petróleo y otros combustibles fósiles sigue siendo el gran obstáculo para salir de esta crisis interminable.
Al final, la historia del Diezmero es solo otro capítulo más en la novela interminable de la crisis energética cubana. Lo triste es que, cada vez más, la gente tiene que protestar, gritar y hasta cerrar calles para lograr lo que debería ser un derecho básico: tener luz en casa. Y si algo está claro, es que mientras no haya soluciones reales, los cubanos seguirán alumbrándose con velas… y alzando la voz.