Si algo ha quedado claro con las recientes declaraciones del actor cubano Luis Rielo, es que la paciencia de muchos veteranos del gremio se está agotando. Y es que Rielo, con 88 años a cuestas y más de medio siglo de carrera, ha soltado una de las críticas más contundentes que se recuerden contra el rumbo que ha tomado el drama televisivo en Cuba. Sus palabras no solo son una llamada de atención, sino también un lamento por la pérdida de la calidad y el respeto al arte que alguna vez caracterizó a la televisión de la Isla.
El actor, famoso por sus papeles de villano en aquellas icónicas Aventuras que marcaron a generaciones, no tuvo reparos en exponer su inconformidad con la nueva camada de intérpretes. Según contó en una entrevista radial, le preocupa profundamente la falta de preparación que observa en muchos jóvenes actores. Para él, el talento sin disciplina ni rigor es como un árbol sin raíces: termina cayendo.
Rielo no disimuló su desconcierto con los productos audiovisuales actuales. Entre bromas cargadas de ironía, compartió una anécdota que pinta de cuerpo entero su opinión: “Vi un capítulo de Tras la Huella y le dije a mi esposa Ena: no entendí nada, ni quién mató ni quién robó”. Con esa frase, dejó claro que la falta de claridad en la dicción y la interpretación le parecen un síntoma del desmoronamiento de la calidad.
Durante la conversación, el veterano recordó con nostalgia su propio recorrido por los escenarios. Contó que, en sus tiempos, llegar al set sin saberse el texto era impensable. “Llegaba con la letra aprendida. Mientras otros leían, yo actuaba”, relató con orgullo. Para él, hoy se ha perdido la disciplina en el oficio, y muchos jóvenes aspiran a roles protagónicos sin haber pasado primero por personajes secundarios que les enseñen humildad y técnica.
Su rostro fue tan habitual en la pequeña pantalla que, por años, muchos lo conocieron como Malpica, su papel en El Zorro, o como Marcus, aquel antagonista que se robaba las miradas en Carlos Valiente. A lo largo de su carrera, Rielo encarnó más de mil personajes negativos, desde piratas hasta conspiradores, en series como El Halcón Negro, La Capitana del Caribe o Los Konsomoles. Pero detrás de esa máscara de villano, siempre hubo un profesional respetuoso del arte y profundamente comprometido con su trabajo.
Por eso, su crítica no es un simple desahogo ni un berrinche de figura retirada. Rielo sigue activo, con la lucidez intacta, y su mensaje tiene un propósito claro: hacer reflexionar a los creadores y recordarles que el drama televisivo cubano tuvo tiempos de esplendor que no deberían olvidarse. “Ya no hacen nada que valga la pena”, sentenció con melancolía al referirse a la desaparición de los espacios de aventuras, que según él, se llevaron consigo una parte importante del alma de la televisión nacional.
El actor también lamentó la falta de oportunidades para los intérpretes de su generación. Aunque reconoce que las puertas se han ido cerrando para los veteranos, sostiene que siempre habrá papeles que requieran la presencia de un adulto mayor. “Pero ya ni para eso escriben”, dijo con un dejo de tristeza. Aun así, conserva viva la memoria de todo lo que vivió en su libro Aquel niño que nunca fui, donde repasa su historia personal y artística.
Curiosamente, sus declaraciones llegaron poco después de que otro rostro célebre, Roque Moreno, anunciara su retiro de las telenovelas. Moreno, en una entrevista con la periodista Ivón Peñalver, denunció los pésimos tratos y la falta de organización durante la grabación de Sábados de gloria, un rodaje que se extendió casi un año. Como Rielo, Moreno también criticó la hipocresía de algunos espectadores y las grietas éticas que afectan a toda la industria.
Las voces de estos dos actores, con décadas de experiencia y una trayectoria que pocos pueden igualar, coinciden en algo: el drama televisivo cubano está viviendo una crisis profunda. Una crisis de creatividad, de valores y de memoria. Y mientras tanto, quienes aman este arte miran con tristeza cómo se apaga su luz poco a poco.