El reguetonero cubano Yomil Hidalgo ha vuelto a encender la candela en redes sociales, y esta vez no fue por un estreno musical ni por un beef con otro artista. Fue él mismo quien soltó la bomba: tiene cinco casas en La Habana, una revelación que ha dejado a medio mundo con la ceja levantada y al otro medio sacando cuentas con la Ley General de la Vivienda en mano.
En un video que subió a sus plataformas, Yomil quiso compartir su sentir más íntimo. Habló de lo duro que fue su camino, de cómo pasó de dormir en una barbacoa a convertirse en propietario de varios inmuebles. Pero lo que para él fue un testimonio de lucha y avance, para muchos sonó a privilegio y trampas bajo la mesa.
“¿Y cómo tú tienes cinco casas si la ley dice que solo una?”
Esa fue la pregunta directa de un usuario que, como muchos cubanos, no se tragó el cuento tan fácil. En Cuba, al menos en el papel, un ciudadano solo puede ser dueño de una vivienda por cada tipo de residencia: una de descanso y una principal. Entonces, ¿cómo se explica que Yomil tenga cinco?
“¿O ustedes son la ley?”, soltó el comentarista con ironía, desatando una discusión feroz en los comentarios. Y como suele pasar, unos lo defendieron a rabiar, mientras otros le cayeron arriba con todo el peso del descontento popular.
“Gracias a Dios tengo familia y amigos de verdad”
Con esa frase escueta pero calculada, Yomil respondió al fuego cruzado. Sin decir mucho, dejó entrever que las propiedades podrían estar a nombre de otros, quizás familiares o allegados que le ayudan a sortear las restricciones legales del sistema. Un mecanismo bastante común en la Cuba del “resuelve”, pero que pone sobre la mesa una gran contradicción: mientras miles se rompen el lomo para conseguir un techo decente, otros logran acumular bienes que, legalmente, no deberían poseer.
Y ahí es donde la polémica pica y se extiende.
Entre la admiración y el rechazo
Para algunos, Yomil es un ejemplo de que sí se puede salir del fango, incluso dentro de Cuba. Para otros, es el reflejo de una élite artística que, con o sin ayuda del régimen, vive muy por encima del cubano de a pie.
No faltaron quienes lo tildaron de “chivato” o “conectado con la cúpula”, insinuando que su éxito podría estar apadrinado desde las altas esferas. Nada nuevo en un país donde todo lo que brilla levanta sospechas, sobre todo cuando el brillo no cuadra con lo que permite la ley.
Lo cierto es que la confesión de Yomil ha puesto en evidencia las grietas del sistema. Grietas por donde se cuelan no solo los privilegiados, sino también las contradicciones de un modelo que predica igualdad mientras tolera desigualdades disfrazadas de “legalidad familiar”.
Una vez más, el show no está en el escenario… está en los comentarios. Yomil, sin querer —o quizás queriendo—, se convirtió en el protagonista de una polémica que dice más de Cuba que de su música.