Mientras miles de cubanos hacen colas para conseguir un pan decente o abandonan el país en busca de oportunidades, el reguetonero Yomil Hidalgo ha decidido diversificarse dentro del mismo sistema que asfixia al pueblo, abriendo nuevos negocios que —más allá de la fachada emprendedora— levantan cejas y preguntas incómodas.
El cantante ha hecho público su nuevo rumbo empresarial tras su ruptura con la influencer Daniela Reyes, y parece que quiere dejar claro que el dinero y el poder siguen de su lado. En redes sociales ha presumido de tres nuevos proyectos: una pizzería en La Habana, un estudio de grabación en construcción y un quiosco playero en El Mégano. Todo bien montado, con diseño “urbano” y mucho estilo, como él mismo describe. Pero lo que muchos se preguntan es: ¿de dónde sale todo esto en medio del descalabro nacional?
De «barbacoa» a casas en el Casino Deportivo
En uno de los videos que más revuelo ha causado, Yomil se pasea por una propiedad amplia y lujosa, reflexionando sobre su pasado humilde y alardeando de su presente. “Yo vengo de dormir en barbacoa a tener una casa en el Casino Deportivo, tres en Centro Habana y una en Guanabo”, dice con orgullo, asegurando que los sueños sí se cumplen. El mensaje, sin embargo, no caló igual en todos: para muchos, su ascenso parece más ligado a privilegios que a méritos.
Pizza con flow… y con permiso del poder
Su restaurante, Doping Pizzas, ubicado en La Habana, todavía está en fase de preparación, pero ya ha sido promocionado como un lugar “con sabor y estilo”. Un sueño que, según él, ha demorado pero valdrá la pena. Las fotos muestran un espacio moderno, con aires internacionales y decorado como si fuera en Brickell, no en una ciudad sin pan ni luz. ¿Cómo es que algunos logran abrir negocios así en medio de una economía colapsada y una burocracia asfixiante?
Estudio y quiosco: el combo completo
Como si fuera poco, el reguetonero también construye su nuevo estudio de grabación, con el eslogan “nuevas vibras”. Según cuenta, será un lugar donde otros artistas también podrán grabar. Y en paralelo, ya tiene abierto al público su quiosco Mega, en la popular playa El Mégano, ofreciendo bocaditos, refrescos y música urbana. El sitio, dicen, ha empezado a atraer bastante público, sobre todo jóvenes que buscan un respiro del caos diario.
Pero lo que no se dice es que mientras él monta estos negocios, otros cubanos son multados por vender croquetas sin licencia o perseguidos por tener un parlante en la acera.
¿Éxito personal o ventaja de clase?
Las reacciones en redes sociales han sido intensas. Hay quienes lo aplauden por “echar pa’ lante sin salir del país”, pero muchos otros ven en su caso una representación brutal de la desigualdad estructural que marca la Cuba actual. No todos pueden abrir negocios, montar estudios o tener casas en zonas exclusivas. Para la mayoría, eso ni siquiera es un sueño: es una burla.
Yomil dice que “nunca dejen de soñar”, pero soñar en Cuba, sin conexiones ni apellidos convenientes, puede costarte caro. Su caso, más que una historia de superación, parece el reflejo de cómo opera un sistema donde el acceso al poder determina si sobrevives, o si prosperas.
Mientras el pueblo sufre apagones, miseria y represión, algunos logran montar imperios dentro del desastre. Y la pregunta queda en el aire: ¿cuántos Yomiles más hay que viven bien gracias a un sistema que a todos los demás nos aplasta?