Mercedes Capaz, una cubana que abrazó el sueño americano y juró lealtad a su nueva patria, hoy vive una pesadilla. A sus ojos, Estados Unidos era el país que protegía a las familias, el país que la rescató del control y la represión del castrismo. Por eso, convencida de estar apoyando la “mano dura con los malos y justicia para los buenos”, votó por Donald Trump.
Pero la realidad le dio un golpe donde más duele: su único hijo, Pedro González Capaz, lleva cuatro meses preso por ICE y enfrenta una orden de deportación que lo enviaría directo a Cuba, el país del que escapó hace dos décadas junto a su madre tras ganar la lotería de visas.
«Me siento muy traicionada», confesó entre lágrimas Mercedes en una entrevista con Telemundo. “Yo nunca pensé que me hiciera esto… ni a mí, ni a tanta gente”.
Desde el arresto, su vida se ha convertido en un calvario. Cada vez que suena el teléfono o se cruza una sombra por la ventana, el corazón le da un vuelco. “Vivo rezando, llorando, de rodillas, como si tuviera un fuego por dentro. Desde que esto empezó, no tengo paz”.
Pedro, de 37 años, fue arrestado en marzo en su casa en Key Largo, Florida. Estaba bajo supervisión migratoria (I-220B) y cumplía con todas las citas, sin violar ninguna condición. Le tocaba reportarse en abril, pero según su madre, “esto cambió con la nueva administración”. Y el golpe llegó antes de tiempo.
Desde entonces, está encerrado en el centro de detención de Glades, esperando una decisión que podría separarlo definitivamente de sus hijos, que también sienten el peso de una política cada vez más agresiva. “Lo extraño mucho, y no sé cuándo lo voy a ver de nuevo”, dijo su hija mayor, entre lágrimas.
Pedro llegó a EE.UU. siendo apenas un adolescente. Estudió en una secundaria de Miami, aunque no logró graduarse hasta los 19 años. En esa etapa mantuvo una relación con una menor de edad, lo que le valió una condena por la que fue clasificado como “depredador sexual”, perdiendo su residencia legal. A pesar de ese oscuro capítulo, su madre asegura que lleva más de 15 años con una conducta intachable, que ha formado una familia y hasta tiene su propia casa.
Hoy, su historia se cruza con una ola de deportaciones silenciosas que está golpeando especialmente a cubanos y venezolanos en Florida, muchos de los cuales votaron convencidos de que apoyaban a un líder que “iba a poner orden”, sin imaginar que el filo de esa misma espada les apuntaría luego al pecho.
“Esto va a ser algo bien masivo, lo estoy viendo”, advierte Mercedes, que ya no defiende al político que una vez creyó protector. “No estoy de acuerdo con nada de lo que está haciendo”.
Y el caso de Pedro no es aislado. En la misma Florida, otro cubano fue detenido en su propia casa tras cumplir a cabalidad con las reglas impuestas tras una condena por drogas que cumplió hace más de diez años. Su esposa, madre de dos niños pequeños, asegura que desde entonces su vida ha sido ejemplar. Ahora, la familia está en crisis.
En otro caso reciente, una esposa denunció que su pareja —un hombre que participó en las protestas del 11 de julio en Cuba y que huyó por temor a ser encarcelado— está en riesgo de deportación. “No puede volver a Cuba. Allá lo tienen fichado, lo amenazaron. Y aquí ahora lo quieren mandar a México”, contó indignada.
Roxana Maldonado, otra cubana con 21 años en EE.UU., subió a redes un video que estrujó el corazón de muchos. Contó con lágrimas cómo ha sido la vida desde que su esposo, Reinier Gutiérrez, fue deportado. Sin ayuda, sin respuestas, y con una familia partida por la distancia y la incertidumbre, su historia refleja el drama de cientos de familias cubanas que lo dieron todo por el sueño americano… y hoy se sienten traicionados.
Estas no son cifras frías. Son vidas rotas, niños llorando, madres desesperadas, familias destruidas. Y mientras en Cuba no esperan más que represión y hambre, aquí muchos se están quedando sin refugio.
Porque cuando un país empieza a devolver a sus exiliados a manos del verdugo que los hizo huir, lo que se pierde no es solo un estatus migratorio… es la confianza en todo por lo que lucharon.
