Desde TikTok ha llegado una historia que, si no fuera tan real, parecería sacada de un sketch de humor negro. Una joven mexicana, oriunda de El Triunfo, en Tabasco, decidió mudarse a Cuba con su esposo y su bebé, convencida de que el sistema de salud en la isla era un tesoro escondido en medio del Caribe. ¿La razón? Esa vieja leyenda urbana —repetida hasta el cansancio— de que “la medicina cubana es la mejor del mundo”.
En un video que se ha vuelto viral, la joven, identificada como @anylunarvaez, cuenta entre brochazos de maquillaje que lo que la motivó a empacar maletas rumbo a La Habana fue la supuesta excelencia médica de los galenos cubanos. Según sus palabras, en Cuba “antes de cortarte un pie, buscan mil maneras de salvarlo”. Algo que, dicho desde fuera, suena romántico. Pero dicho desde dentro… es otra cosa.
Aunque reconoce que la situación está difícil y que hay muchas carencias, repite lo que tantos extranjeros han escuchado sin contrastar con la realidad: que los médicos cubanos están muy bien preparados. Incluso asegura que por eso muchos se destacan cuando llegan a países como México. También menciona el talento artístico del pueblo cubano, la pasión por la lectura, la danza y la pintura. Todo cierto, por supuesto… pero omite decir que ese talento vive aplastado por un régimen que lo asfixia y lo usa como vitrina propagandística mientras la gente pasa hambre.
Entre anécdotas, la joven relata sus visitas a hospitales de La Habana. Quedó impactada por los edificios, no por lo que ofrecen, sino por una arquitectura que habla más del pasado que del presente. Admitió que el deterioro es evidente, pero que en su época dorada —según ella, en los años 60— aquellos hospitales eran «otra cosa». Hasta los comparó con Hogwarts, por esos pasillos viejos y coloniales que más que magia, hoy parecen escenarios de abandono.
Pero la parte más surrealista vino cuando habló de los apagones. En tono de broma, dijo que en Cuba la electricidad no se va cinco días seguidos, sino por “unas horitas”, y que se quedan sin señal o sin agua por tres o cuatro días como quien pierde el WiFi en una tormenta. Lo dice con ligereza, como si vivir a oscuras fuera algo pintoresco. Tal vez porque —según confiesa— en su natal Tabasco ya estaba entrenada para esas carencias.
“Mi mamá no crió una cobarde”, dijo al final del video, justificando por qué aceptó mudarse a la isla cuando su esposo se lo propuso. Aunque también confesó que no tenía idea de lo que se venía encima.
Y ahí está el detalle. Porque lo que no cuenta el video es que esa medicina que ella vino buscando con tanta ilusión, apenas sobrevive. La mayoría de los hospitales públicos están desabastecidos, los médicos tienen que “inventar” con lo poco que hay, los equipos están rotos o desaparecidos, y los medicamentos, si no llegan en donaciones del extranjero, no se consiguen ni en sueños.
El pueblo cubano, con todo su talento y su aguante, sigue luchando por respirar dentro de un sistema que prefiere exportar médicos que curar a los suyos. La medicina gratuita existe, sí, pero sin recursos ni insumos. Y quienes la defienden desde fuera muchas veces caen en la trampa del discurso oficialista, sin ver que lo que admiran es un espejismo, no una realidad.
Al final, lo que parecía una historia de admiración, termina siendo un reflejo más del desconocimiento que todavía existe sobre una Cuba rota, maquillada de mito.
