Mientras el pueblo cubano lidia con otro verano infernal —sin corriente, sin comida, sin transporte y sin un solo centavo para “disfrutar”—, los futuros guardianes del régimen andan de piscina en piscina, con música, dominó y visitas “ideológicas” por toda La Habana.
La doble moral del castrismo se retrata sola en una publicación reciente del Ejército Occidental, donde se muestra a jóvenes uniformados bailando casino, bañándose en piscinas exclusivas y paseando por monumentos como el Memorial José Martí y el Centro Fidel Castro Ruz, todo como parte del arranque oficial del llamado “verano revolucionario”.
“Se siente la vibra del compromiso y la diversión”, dice la nota publicada en Facebook, con un entusiasmo que parece una burla directa a esos millones de jóvenes que no tienen más recreo que espantar mosquitos en medio de un apagón.
El texto insiste en que estas actividades fortalecen “el espíritu revolucionario”. Pero en las redes, las imágenes dicen otra cosa: pura distinción, puro privilegio, puro descaro estatal. Porque mientras los hijos del poder disfrutan, los hijos del pueblo sobreviven.
“Juventud que baila, piensa, crea y defiende. Juventud que deja huella… y contagia esperanza”, reza el panfleto. Una frase tan vacía como los estantes de cualquier bodega cubana.
Y mientras eso ocurre, el propio gobierno admite que el verano 2025 viene flaco, flaco de verdad. En la más reciente Mesa Redonda, voceros del INDER, la Unión de Jóvenes Comunistas y el Ministerio de Cultura se sentaron, con cara seria, a decir que las actividades de este verano serán “modestas pero estéticas”. Lo que en buen cubano significa: “lo que hay es lo que hay… y ni eso alcanza”.
Apagones, inflación, transporte colapsado y cero entretenimiento real. Esa es la postal del verano cubano para quienes no portan uniforme ni obedecen órdenes del régimen. A las familias se les pide paciencia, creatividad y “unidad”, mientras sus hijos ven cómo otros jóvenes de su misma edad disfrutan como reyes por estar del lado correcto de la ideología.
La frase favorita de la narrativa oficial ahora es “aprovechar los recursos modestos”. O sea, entretener a la gente sin gastar un kilo. Y hacerlo en el barrio, para que no se note tanto que las playas, los cines, los parques y hasta las guaguas… ya no existen para el cubano de a pie.
Raúl Fornés Valenciano, del INDER, lo dijo sin ponerse colorado: el objetivo es usar el tiempo libre de forma “productiva y sana”, con una integración entre deporte, cultura, educación y centros laborales. Pero nunca se habló de corriente eléctrica estable, ni de alimentos, ni de transporte. Como si todo eso no fuera necesario para vivir… y disfrutar.
Así que mientras el cubano común lucha por enfriar un pomo de agua, los cadetes del castrismo se toman selfies en piscinas azules y sonríen con aire acondicionado. Y eso, en medio de la miseria generalizada, no solo es un insulto. Es una fotografía perfecta de lo que realmente es esta dictadura: un país partido en dos, donde los que mandan gozan… y el resto se quema bajo el sol.