En un intento desesperado por mostrar algún logro en medio del desastre nacional, el régimen cubano volvió a poner en circulación este lunes un tren viejo y maltrecho en la provincia de Ciego de Ávila, luego de siete años de abandono.
La ruta, que conecta Morón con Venegas pasando por Perea, incluye paradas en zonas del lomerío avileño como Chambas y Florencia, lugares olvidados por el Estado, donde moverse de un punto a otro se convierte casi en una hazaña diaria.
Pero que no se engañe nadie: no estamos hablando de una modernización del sistema ferroviario, ni de un nuevo tren reluciente, ni mucho menos de mejoras reales. Lo que han hecho es remendar tres vagones viejos y una locomotora antigua, como quien le da una mano de pintura a una carreta y pretende que compita con un ómnibus moderno.
Puro maquillaje con fines propagandísticos
La prensa oficial, fiel a su guion, no tardó en presentar esta movida como un símbolo de esperanza. Incluso aprovecharon el estreno del tren para atarlo a las celebraciones del 26 de Julio, como parte del show montado por haberle dado a Ciego de Ávila la sede nacional por el aniversario del asalto al Moncada.
¿El transporte digno es un lujo o un derecho?
Para el castrismo, el simple hecho de que circule un tren —aunque esté a punto de desarmarse en plena marcha— ya es motivo de “alegría para los vecinos”. Lo dicen sin rubor, como si la población tuviera que aplaudir el regreso de una tecnología que en cualquier país con sentido común ya estaría en un museo.
La realidad es muy distinta. Moverse en Cuba hoy es una tortura, y no solo en el campo. Las ciudades están colapsadas, sin transporte estable, sin combustible, con una infraestructura que se cae a pedazos. Y mientras tanto, los medios del régimen intentan tapar ese desastre con fotos viejas disfrazadas de milagro ferroviario.
Un viaje al pasado, no al futuro
La reactivación de esta línea Morón-Perea-Venegas, y otras como Morón-Esmeralda o el trayecto Morón-Ciego-Camagüey, no significan absolutamente ningún avance. Se trata de parches mal puestos sobre un sistema que está en ruinas, incapaz de dar respuestas sostenibles a las necesidades reales de la gente.
Y es que el sistema ferroviario cubano, que en su momento fue orgullo nacional, hoy es apenas una sombra del pasado. En lugar de invertir en modernización o traer nuevos coches, el gobierno se limita a desempolvar chatarra y presentarla como futuro prometedor.
La propaganda sobre rieles no tapa el abandono
Mientras millones de cubanos se parten el alma tratando de llegar a su destino —ya sea al trabajo, al hospital o simplemente a visitar a su familia—, el régimen arma espectáculos de humo con trenes que apenas pueden avanzar.
Lo que estamos viendo no es un plan de transporte público ni una estrategia económica. Es otra maniobra para distraer a la opinión pública, para fingir que algo se mueve, cuando en realidad todo sigue estancado.
Porque cuando un gobierno celebra que “funciona un tren viejo”, lo que realmente está reconociendo es su fracaso rotundo en garantizar derechos básicos. Y en Cuba, eso se ha vuelto costumbre.