Ni falta hizo esperar a la madrugada. Una tormenta local severa agarró a Bayamo desprevenido este martes, dejando calles, barrios y esquinas hechos un mar tras casi dos horas de lluvia que cayó sin compasión sobre la ciudad y sus alrededores en Granma.
El Máster en Ciencias Álvaro Pérez Senra ya había tirado la señal: una vaguada invertida mezclada con una Baja Fría rondando los 10 kilómetros de altura traía agua para rato. Lo que no imaginó nadie es que el cielo se abriría tan rápido. Radio Bayamo anunció que la mojazón sería el miércoles por la mañana, pero la realidad se adelantó… y vaya susto que dio.
Siboney, El Valle, Roberto Reyes y Antonio Guiteras fueron de los primeros en quedar anegados. Calles como la 26 en el Reparto Siboney se convirtieron en piscinas improvisadas donde ni carros ni gente podían meter un pie sin mojarse hasta los tobillos.
Pero lo que más indigna a la gente no es solo el aguacero: es la desidia de siempre. En redes sociales los vecinos no se aguantaron y soltaron lo que muchos piensan: “Las alcantarillas no drenan ni un vaso de agua y nadie hace nada”, se quejó un usuario, que hasta propuso abrir un badén improvisado para que al menos el agua corra y no se quede estancada. Otro advirtió sobre el peligro de cables eléctricos sueltos mientras la calle parece un río marrón.
Sin muertos, pero con la paciencia al límite
Por suerte, hasta ahora no se habla de desgracias humanas ni casas destruidas, aunque las imágenes de techos, patios y garajes convertidos en charcos dicen mucho de la falta de mantenimiento de un sistema de drenaje más remendado que funcional. Radio Ciudad Monumento lo dejó claro: no hubo pérdidas humanas, pero el susto quedó.
La funcionaria Yudelkis Ortiz Barceló, primera secretaria del Partido en Granma, se dio su vueltica por las zonas inundadas. Pidió calma y cabeza fría mientras unas brigadas improvisadas intentan sacar el agua como pueden. Pero la gente está cansada de las mismas promesas.
“Zonas que nunca se inundaban ahora parecen Venecia,” comentan los bayameses, que exigen soluciones reales para un sistema de alcantarillado que hace años pide a gritos una reparación seria y no cuatro parches para la foto.
Mientras tanto, la tormenta se fue, pero el malestar se quedó. Porque en Cuba, cuando llueve, no solo llueve agua: llueven reclamos que el régimen entierra bajo promesas mojadas.