Un video estremecedor, compartido por el periodista Javier Díaz de Univisión, dejó sin aliento a las redes sociales: una madre cubana, de rodillas, suplicando entre lágrimas que no le quiten a su hijo. La escena tuvo lugar en una corte de Estados Unidos, y pese a lo desgarrador del momento, los agentes de inmigración no dudaron en llevárselo detenido.
El joven, que vestía traje y corbata como señal de respeto, fue arrestado por ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas) y ahora enfrenta una deportación inminente. Todo, mientras su madre rompía en llanto, rogando ante un sistema que, según miles de migrantes, ha dejado de tener alma.
“Simplemente desgarrador”, escribió Díaz en sus redes, apuntando directamente al corazón del problema: “¿Cuántos cubanos más tienen que ser detenidos? ¿Acaso el presidente no entiende que en Cuba lo que hay es una dictadura?”.
El drama de una comunidad criminalizada
Este caso no es un hecho aislado, sino una postal dolorosa del endurecimiento migratorio bajo el mandato de Donald Trump, quien ha retomado su ofensiva contra los migrantes, especialmente los que vienen huyendo de regímenes autoritarios como el cubano.
En su cruzada por lucir “duro con la frontera”, su administración ha criminalizado incluso a quienes nunca han cometido delitos, persiguiendo a familias enteras que llegaron al país con la esperanza de encontrar libertad y seguridad. En vez de eso, muchos han sido recibidos con esposas, redadas y vuelos rumbo al mismo infierno del que escaparon.
Una historia que se repite… y duele
El joven cubano detenido no ha sido identificado públicamente por razones de seguridad, pero su caso ya resuena como símbolo del dolor migrante. Un rostro más en la larga fila de familias separadas por decisiones políticas que poco o nada consideran el drama humano.
Díaz lo resumió con una frase que pega fuerte: “Llegó un día igual que tú y tu familia hace más de 60 años… buscando libertad”. Pero los tiempos cambiaron, y lo que antes fue acogida, hoy es desprecio. Ni siquiera la imagen de una madre arrodillada logra ablandar los corazones detrás de los escritorios.
Más detenciones, más traición
Este mismo mes, ICE anunció con bombos y platillos la captura de Osmani Mompie, otro cubano al que acusan de conspirar para el transporte ilegal de personas. Aunque el caso está vinculado al tráfico de migrantes, no deja de llamar la atención el uso del lenguaje criminalizador que ya se ha vuelto costumbre para justificar el trato represivo.
Pero el caso que más indignación ha generado es el de Mercedes Capaz, una ciudadana cubana-estadounidense que votó por Trump convencida de que protegería a familias como la suya. Hoy, con el corazón destrozado, llora por su hijo Pedro González Capaz, quien lleva cuatro meses detenido y a las puertas de ser deportado a una Cuba que no conoce, tras vivir 20 años en EE.UU.
“Me siento muy traicionada. Yo no pensé que me hiciera esto, ni a mí ni a mucha gente”, confesó Mercedes entre lágrimas en una entrevista con Telemundo. Su hijo fue arrestado a pesar de estar bajo supervisión legal y cumplir estrictamente con las condiciones del programa I-220B. Su madre asegura que “todo cambió con esta nueva administración”.
Una rodilla en el suelo, una esperanza hecha trizas
Desde ese día, Mercedes vive entre rezos, sobresaltos y la angustia de cada llamada. “Creo que le pasó algo, y empiezo a llorar y a arrodillarme, a llorarle a Dios. Desde entonces no tengo vida”, dice, con la voz de quien ya ha gritado demasiado y no ha sido escuchada.
Así están hoy muchas familias cubanas en Estados Unidos: atrapadas entre el miedo a la deportación, la impotencia ante un sistema insensible y el dolor de saber que lo que los espera en la isla es miseria, represión y venganza política.
Porque no se trata solo de trámites ni de leyes: se trata de vidas, de historias, de madres que se quedan sin hijos por culpa de políticas sin alma y gobiernos que cierran los ojos ante dictaduras como la cubana.