La ciudad de Santa Clara amaneció pasada por agua este jueves tras una noche de intensas lluvias que dejaron más de 150 milímetros en apenas dos horas, según el Centro Meteorológico Provincial. La situación se tornó crítica cuando el río Bélico se salió de su cauce, provocando inundaciones en varios puntos de la ciudad, incluyendo viviendas cercanas al puente de las calles Martí y Toscano.
“¡Precaución!”, alertan desde redes sociales y medios locales, mientras la población enfrenta una vez más las consecuencias de la inacción estatal.
Las imágenes que circulan muestran calles completamente anegadas, techos apenas visibles entre el agua y vecinos intentando salvar lo poco que les queda. Mientras tanto, desde el oficialismo repiten el mismo libreto de siempre: “no hay fallecidos ni heridos”, como si con eso bastara para tapar el desastre.
Las autoridades del territorio, acompañadas por fuerzas del MININT y la Defensa Civil, se pasearon por los sitios afectados, prometiendo evaluaciones y soluciones… pero sin dar detalles reales sobre el alcance de los daños ni sobre cuántas familias lo perdieron todo —otra vez.
Pasada la medianoche, el agua empezó a ceder, pero el miedo y la incertidumbre quedaron flotando entre el barro y los escombros. Y lo peor es que no se trata de un caso aislado.
La víspera, en Bayamo, ocurrió lo mismo. Lluvias torrenciales inundaron varios barrios porque, como ya es costumbre, el sistema de alcantarillado no da pie con bola. La infraestructura, vieja y olvidada por años de abandono, simplemente no aguanta más.
¿Y cuál es la respuesta del régimen? Promesas, recorridos, discursos vacíos. Ni una mención clara de responsabilidades, ni una estrategia concreta para prevenir que la historia se repita con cada aguacero. Porque en Cuba, cuando llueve, no solo cae agua: también cae la máscara de un gobierno incapaz de garantizar lo básico.
Mientras tanto, los vecinos se las ingenian como pueden. Se ayudan entre ellos, evacúan a los mayores, salvan a los niños, sacan el agua con cubos. El pueblo pone el pecho; el Estado, las excusas.
Una vez más, Santa Clara no solo se inunda de lluvia, sino de desamparo. Porque cuando el río se desborda, lo único que se ahoga es la dignidad de un país al que ya le falta el techo… y también el suelo.