Lis Cuesta vuelve al centro de la polémica, esta vez burlándose públicamente de las sanciones impuestas por Estados Unidos a su esposo, el gobernante cubano Miguel Díaz-Canel, y a su círculo familiar más cercano, incluida ella. Desde su cuenta en X (antes Twitter), soltó un comentario cargado de sarcasmo que dejó un sabor amargo entre cubanos dentro y fuera de la isla: “.@DiazCanelB ya estuvo en NY, bajó a las calles y recibió amor. #YaSeHizo. Llegan tarde”.
El post venía acompañado de un video donde se ve a Díaz-Canel, rodeado de escoltas, caminando por una calle de Nueva York como si se tratara de una estrella de rock. Pero lejos de inspirar respeto, el mensaje fue recibido como una provocación arrogante, una muestra más del cinismo con que la élite cubana intenta disfrazar su aislamiento internacional.
El tuit apareció apenas un día después de que el Departamento de Estado anunciara oficialmente sanciones contra el mandatario por su implicación directa en graves violaciones de derechos humanos, especialmente tras la represión brutal del 11 de julio de 2021. La medida incluye prohibición de entrada a Estados Unidos tanto para él como para su familia, y marca un punto de inflexión al ponerlo al nivel de otros represores del régimen como Raúl Castro.
Mientras miles de cubanos enfrentan trabas legales, burocráticas y económicas para reunirse con sus familias o acceder al parole humanitario, la llamada “no primera dama” se mofa en redes de haber pisado suelo estadounidense como si fuera una influencer privilegiada.
Un usuario desde Miami lo resumió con amargura: “Para ella es una anécdota, para nosotros es una sentencia”. Y es que en ese tuit no solo se esconde burla, sino también una peligrosa muestra de desconexión: una cúpula que vive de espaldas al sufrimiento real del pueblo cubano.
Lis Cuesta, que no ostenta cargo oficial alguno, ha acompañado a Díaz-Canel en múltiples viajes al exterior, entre ellos dos visitas a Nueva York. En 2018, ambos fueron captados bailando casino en Harlem mientras la economía cubana ya empezaba a crujir. En 2023, un incidente de seguridad obligó al Servicio Secreto estadounidense a evacuar de emergencia al mandatario de un acto religioso. Sin embargo, Cuesta siempre ha estado ahí, sin credenciales, sin responsabilidad oficial, pero con todos los privilegios.
Las nuevas sanciones no cambiarán la situación interna del país de la noche a la mañana, pero marcan un precedente importante. Por primera vez, Díaz-Canel entra de lleno en la lista negra de Washington, un espacio reservado para los que reprimen, encarcelan y violentan a su propio pueblo. La medida, aunque simbólica en parte, sirve como recordatorio de que el 11J no ha sido olvidado. Todavía hay más de un centenar de cubanos presos por alzar su voz aquel día, mientras los verdugos siguen en el poder.
La reacción de la cúpula gobernante no ha podido ser más desconectada de la realidad. Díaz-Canel, con su guion reciclado, volvió a mencionar la “independencia” y los “logros” en salud y educación. Pero para un pueblo que sobrevive con hospitales colapsados, escuelas sin maestros y hambre en la mesa, ese cuento ya no convence a nadie.
La burla de Lis Cuesta no es solo un gesto desafiante. Es el reflejo fiel de un poder que se siente intocable, inmune a la sanción moral, ajeno al sufrimiento que provocan sus propias decisiones. Mientras el país se hunde en apagones, represión y escasez, ellos se burlan, pasean y se graban. Como si nada.
Pero la historia no se borra. Y la memoria de un pueblo cansado de sobrevivir en silencio sabe perfectamente quiénes son los que se ríen desde la cima del desastre.