Ulises Toirac no se tragó el cuento del régimen. En pleno aniversario del 11J, el reconocido humorista cubano volvió a plantarse con un mensaje directo y sin adornos, desmantelando el discurso triunfalista de los medios oficialistas que, una vez más, intentan reescribir la historia a conveniencia.
Desde su perfil en Facebook, Toirac lanzó una reflexión que retumbó en redes: “No entiendo el triunfalismo desplegado en algunos medios acerca de la fecha de hoy”. Y es que mientras la propaganda del régimen celebra el “control” de las protestas, la gente común solo ve miseria, represión y un futuro cada vez más oscuro.
Con la ironía que lo caracteriza, cuestionó si sofocar a palos una manifestación popular es realmente motivo de orgullo, o si acaso demuestra algo positivo sobre ese «socialismo tropical» que ya no convence ni a los que lo repiten.
El artista echó abajo el cuento oficial de los “mercenarios pagados desde el exterior”, recordando que nunca se mostraron pruebas concretas para justificar esa narrativa. Según Toirac, la gran mayoría de quienes salieron el 11J no eran delincuentes ni violentos, sino ciudadanos cansados de vivir en un país donde no hay ni luz, ni comida, ni esperanza.
También desnudó el falso discurso de estabilidad que el régimen intenta vender cada vez que no hay protestas. Para él, ese silencio no es paz, es miedo, es agotamiento, es un pueblo desmovilizado tras años de desilusiones y castigo brutal al que alza la voz.
“Cada vez son más profundas las diferencias sociales, la pobreza, la falta de esperanza”, lamentó el humorista, dejando claro que lo único que avanza en Cuba es el deterioro, mientras el poder sigue sordo y ciego ante el reclamo popular.
En su crítica, Toirac también recordó los principios que una vez prometió la Revolución: “de los humildes, por los humildes y para los humildes”. Pero ya todos sabemos que eso quedó en el discurso, porque la revuelta del 11J no empezó en Miramar ni en El Laguito, sino en los barrios más castigados por la escasez y el abandono.
Su visión del país es la de un callejón sin salida, un barco a la deriva sin timón ni capitán, donde la gente sobrevive sin rumbo y sin fe en un mañana mejor. Y lo que más le duele, dijo, es que no se vislumbra ningún plan real para revertir la crisis.
“Un estallido social provocado por la miseria es más peligroso que un estallido nuclear”, advirtió con crudeza. Porque cuando el hambre y la desesperanza se acumulan, el resultado no es calma, sino un volcán a punto de estallar.
Para cerrar, soltó una frase que pesa como un martillazo: “Realmente no le veo la alegría y mucho menos el festejo”. Una sentencia clara para quienes pretenden celebrar la represión como si fuera victoria.
A cuatro años del estallido del 11J, el país sigue sumido en la oscuridad, literal y metafórica. Hay más presos políticos, más hambre, más apagones y más cubanos huyendo como puedan. Pero también hay más voces que, como Toirac, se atreven a decir la verdad de frente, sin miedo ni rodeos.
El 11 de julio no fue una conspiración, fue un grito del alma de un pueblo al límite. Y esa verdad, por más que la censuren o la maquillen, sigue latiendo fuerte en cada cubano que aún no se rinde.