Mientras la ciudad dormía, otro edificio vencido por los años y el abandono se vino abajo en pleno corazón de La Habana Vieja. Esta vez fue en Monte 722, entre Rastro y Carmen, donde el colapso de un inmueble multifamiliar cobró la vida de tres personas, entre ellas una niña de apenas siete años.
La madrugada terminó convertida en pesadilla para las familias de la zona, que ya están más que acostumbradas a vivir con el alma en vilo por el temor a que el techo les caiga encima. No es un caso aislado. Es la consecuencia directa de décadas de desidia estatal, promesas vacías y un fondo habitacional que se cae a pedazos.
La Asamblea Municipal del Poder Popular de La Habana Vieja confirmó la tragedia este sábado, asegurando que el derrumbe ocurrió en horas de la madrugada y que las víctimas quedaron atrapadas entre los escombros. Una escena que, tristemente, se repite con más frecuencia de la que las autoridades están dispuestas a admitir.
“Con profundo dolor informamos el fallecimiento de tres personas, incluyendo una menor de 7 años…”, dice el comunicado oficial, en un tono frío y burocrático que ni roza el drama humano que implica perder una vida bajo ruinas que deberían haber sido demolidas o rehabilitadas hace décadas.
Hasta ahora, no se han revelado los nombres de los fallecidos, aunque eso no ha impedido que el dolor corra por las calles del barrio. Vecinos en redes sociales han denunciado el estado crítico del edificio desde hace tiempo, pero como ocurre tantas veces en Cuba, los gritos de alerta se pierden en el laberinto de la ineficiencia estatal.
¿Cuántas muertes más hacen falta para que se tomen decisiones reales? ¿Cuántas vidas deben ser sepultadas bajo el polvo de la ruina antes de que el régimen acepte su responsabilidad en esta cadena de negligencia?
Mientras los medios oficialistas maquillan la realidad, las familias cubanas siguen viviendo en estructuras al borde del colapso, atrapadas no solo por la pobreza, sino por un sistema que prioriza hoteles de lujo para turistas sobre la seguridad de su propio pueblo.
Hoy le tocó a Monte 722. Mañana, quién sabe. En Cuba, vivir bajo un techo no es garantía de estar a salvo.