En medio del caos económico, los apagones interminables y el éxodo desbordado, el régimen cubano vuelve a aferrarse a su comodín ideológico favorito: Fidel Castro. Y no, no se trata de rendirle un homenaje histórico, sino de “traerlo de vuelta” simbólicamente, como si el recuerdo de un dictador bastara para tapar el desastre que tienen armado en el presente.
Durante la clausura del X Pleno del Comité Central del Partido Comunista, celebrado en el Palacio de la Revolución, Miguel Díaz-Canel soltó una frase que parece sacada de un libreto de ciencia ficción: “No se trata de recordarlo, se trata de traerlo a este momento”. Así, sin pena ni maquillaje, el gobernante dejó claro que el centenario del natalicio de Fidel Castro no será solo una efeméride, sino una operación política para mantener su figura flotando en la narrativa oficial, como si de verdad eso pudiera salvar al país del colapso.
El “Programa conmemorativo por el Centenario del Comandante en Jefe” aprobado por el Partido apunta a más que simples actos de recuerdo. La intención es proyectar a Fidel como un “símbolo vivo” de la Revolución, y eso incluye empapelar las calles, adoctrinar a los jóvenes, llenar de consignas las escuelas y bombardear a los cubanos con propaganda por todos los canales posibles.
Díaz-Canel, que ya no sabe qué hacer para justificar el naufragio, aseguró que el plan busca “impregnarnos de su doctrina revolucionaria para enfrentar los desafíos colosales de estos tiempos”. O sea, lo de siempre: repetir frases vacías, reciclar discursos de hace medio siglo y pretender que el país se arregla con eslóganes.
Y mientras tanto, la gente en la calle sigue sobreviviendo como puede: sin luz, sin comida, con hospitales en ruinas y salarios que no alcanzan ni para un huevo. Pero para el oficialismo, lo urgente es mantener vivo al mito, aunque para eso tengan que convertirlo en un fantasma omnipresente que lo mismo aparece en una tarja que en un meme forzado por la televisión estatal.
El culto a Fidel se mantiene como ancla del modelo político, una especie de santo patrono ideológico al que hay que invocar cada vez que las cosas se salen de control. Con esta movida, el Partido Comunista intenta evitar que las nuevas generaciones se desconecten del relato oficial y empiecen a cuestionar lo que cada vez huele más a estafa.
Y como si fuera poco, Díaz-Canel volvió a sacar el látigo contra la disidencia, advirtiendo que irá tras quienes critiquen al sistema, tanto en redes sociales como en la calle. En una cita compartida por la cuenta oficial de la Presidencia el domingo 13 de julio —a dos días del aniversario del 11J—, el mandatario lanzó otra de sus perlas de intimidación:
“Dondequiera que el odio o la ignorancia intenten denigrar, humillar, atacar a Cuba, nos toca salirles al paso… para defender a la patria como defenderíamos a nuestras madres.”
Una frase que remite directamente a su infame “orden de combate” del 11 de julio de 2021, la misma que desató la violenta represión contra miles de cubanos que, pacíficamente, se atrevieron a exigir libertad y dignidad.
En vez de soluciones, lo que propone el régimen es un viaje al pasado, una especie de necromancia revolucionaria donde invocar a Fidel sirve para esquivar la responsabilidad y reforzar el control. Pero por más retratos que cuelguen, por más estatuas que levanten, el pueblo sigue despierto. Y ya nadie come consignas.
