En un nuevo capítulo del surrealismo político cubano, Marta Elena Feitó Cabrera, ministra de Trabajo y Seguridad Social, se paró frente al Parlamento y soltó, con toda la calma del mundo, que en la isla «no hay mendigos». Según su versión, los que uno ve hurgando en la basura o pidiendo un peso en la esquina están “disfrazados”, como si fuera un carnaval de la miseria.
“Cuando usted le mira las manos, cuando le mira las ropas… están disfrazados de mendigos”, soltó la funcionaria, sin una gota de vergüenza, durante una de esas comisiones donde todo se aplaude menos la verdad.
Pero su intento por maquillar la pobreza fue demasiado grotesco hasta para los estándares del castrismo. La reacción en redes no se hizo esperar, y muchos, desde sus trincheras personales, sacaron la cara por los que el régimen desprecia, silencia y ahora, encima, criminaliza.
“Los he visto llorar con el pan en la mano”
Una de las respuestas más duras —y más humanas— vino de la locutora cubana Laritza Camacho, quien desde su Facebook desnudó la insensibilidad del discurso oficial con una serie de imágenes que retratan lo que cualquier cubano de a pie ha visto en las calles mil veces.
“Les he mirado las manos, la cara, los dientes… hasta el alma”, escribió Camacho, con un texto que más que una opinión, es un grito por la decencia. Habló de los viejitos que viven solos en condiciones infrahumanas, del alcohólico que limpia parabrisas para sobrevivir, de los que suplican un plato de sopa como si fuera un festín.
“No hablo de estadísticas de la ONEI, hablo de lo que han visto mis ojos”, sentenció, dejando claro que la pobreza en Cuba no se elimina con discursos de tribuna, sino con políticas reales y con humanidad.
La locutora también recordó cómo el régimen esconde a estas personas cuando hay visitas oficiales o eventos internacionales. “Los recogen como si fueran basura, para que no afeen el decorado de la vitrina revolucionaria”. ¿Quién no ha sido testigo de eso?
El economista que le bajó la parada a la ministra
Desde otro frente, el reconocido economista Pedro Monreal no se quedó callado. En su cuenta de X (antes Twitter), lanzó una frase que se volvió viral:
“Debe ser que también hay gente disfrazada de ministra”, respondió al despropósito de Feitó.
Y luego fue al grano: “La ministra de los salarios y pensiones de miseria acaba de dar el discurso más reaccionario de la supuesta continuidad”. Porque hay que tener cara —y una dosis generosa de desconexión con la realidad— para negar la pobreza cuando millones de cubanos viven con pensiones que no alcanzan ni para un cartón de huevos.
Monreal remató con una verdad como un cañonazo:
“El combate es contra la pobreza, no contra los pobres.”
La Cuba que el régimen no quiere ver
La escena que dibujó Camacho —ancianos enfermos, hombres bañándose en fuentes públicas, lágrimas mezcladas con pan— es la Cuba real. No la que muestra el noticiero, ni la que imagina el buró político. Es la Cuba donde los mendigos no se disfrazan: sobreviven como pueden.
La frase de la ministra no solo es una ofensa. Es una confesión. Confirma que el régimen prefiere negar lo evidente antes que asumir su fracaso histórico. Prefiere culpar a los pobres por su condición antes que hacerse cargo del sistema que los empujó hasta ahí.
Porque sí hay mendigos en Cuba. Lo que no hay es gobierno que los atienda.
Y como dijo Laritza, “los invito a caminar las calles sin aplausos ni comisiones. Los invito a preguntar por cada historia. Porque la verdadera Cuba no está en los salones del Parlamento, sino en las aceras rotas donde alguien, hoy mismo, está pidiendo limosna mientras el régimen le llama impostor”.