El actor y escritor cubano Lieter Ledesma no se anduvo con rodeos. Desde su cuenta en redes sociales, lanzó un dardo directo al corazón podrido del sistema cubano, tras las vergonzosas declaraciones de la ministra Marta Elena Feitó Cabrera, quien se atrevió a negar la existencia de mendigos en la isla.
“Nos enseñaron a mendigar, escondidos en la palabra ‘resolver’. Nos obligaron. Yo lo hice, yo mendigué”, escribió Ledesma, sin miedo y con una crudeza que caló hondo en miles de cubanos dentro y fuera de la isla.
Sus palabras no fueron solo un desahogo personal. Fueron un grito colectivo, un reflejo del cansancio de un pueblo entero obligado a pedir —lo más básico— para sobrevivir: comida, medicinas, recargas, dignidad.
“Mendiga el desgobierno, mendigan los funcionarios… Mendiga un pueblo entero al amigo extranjero”, denunció. Y no le falta razón. Porque en Cuba ya no se vive, se sobrevive, a fuerza de humillación y carencias sistemáticas que el régimen, en su cinismo habitual, pretende tapar con discursos.
Feitó: la ministra del desprecio
Todo esto estalló luego de que la ministra de Trabajo y Seguridad Social afirmara, sin sonrojarse, que “en Cuba no hay mendigos”. Según ella, lo que hay son “personas disfrazadas que han encontrado un modo de vida fácil para no trabajar”. Una frase tan repugnante como insensible que desató un vendaval de indignación en redes sociales.
Miles de cubanos se volcaron a contestarle con dolor, con rabia, con verdad. Entre ellos, figuras públicas como Luis Alberto García, Rigoberto Ferrera, Ulises Toirac y muchos más que no se tragaron la burda narrativa oficial.
Díaz-Canel intenta desmarcarse… pero no cuela
Ante el escándalo, el propio Miguel Díaz-Canel trató de lavarse las manos como Poncio Pilato. Sin mencionar a Feitó, soltó un discursito en el Parlamento diciendo que “la existencia de personas en situación de calle es real y no deseada”, y que “no comparte algunos criterios emitidos”.
Pero el daño ya estaba hecho. La frase de la ministra quedó grabada como una bofetada a la realidad que se vive en cualquier calle de Cuba, desde Centro Habana hasta Bayamo.
Manuel Marrero, por su parte, trató de sumarse al control de daños, soltando palabras sobre “sensibilidad” y “prioridades sociales”, pero ni él ni Díaz-Canel condenaron públicamente a Feitó. Porque en el fondo, todos están cortados por la misma tijera del desprecio y la desconexión con el pueblo.
El silencio cómplice del Ministerio
Mientras tanto, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social guarda un silencio que huele más a cobardía que a prudencia. En sus canales oficiales, ni una palabra. Solo propaganda vacía sobre pluriempleo y reformas que a nadie le cambian la vida.
El pueblo sigue mendigando mientras los de arriba se reparten el poder y el cinismo.
“Mendigar no debería ser un destino”
Con esa frase, Lieter Ledesma cerró su publicación, dejando una verdad rotunda que muchos sienten pero pocos se atreven a decir en voz alta. No hace falta ser economista ni politólogo para entender lo que está pasando. Basta con mirar el plato vacío, el refrigerador apagado, el mensaje pidiendo una recarga desde el WhatsApp.
En Cuba, la mendicidad no solo existe. Se institucionalizó. Se normalizó. Y lo más triste: se convirtió en estilo de vida.
Pero hay voces, como la de Ledesma, que se niegan a aceptar ese destino. Voces que levantan el velo del miedo y se atreven a decir lo que otros callan. Y esa valentía, en una isla llena de censura, vale más que cualquier cargo o ministerio.