El actor y comediante Rigoberto Ferrera, conocido por su estilo directo y sin pelos en la lengua, explotó en redes sociales tras escuchar las insólitas declaraciones de la ministra de Trabajo del régimen cubano, Marta Elena Feitó, quien afirmó que en Cuba no hay mendigos, sino personas “disfrazadas”.
“Dicen que en Cuba no hay mendigos… ¿Será que lo que hay es ministros disfrazados?”, soltó Ferrera con tono sarcástico en un video que publicó en Instagram, dejando claro que la burla oficial ya cruzó todos los límites del descaro.
El post venía acompañado de una frase que no necesita explicación: “No tienen vergüenza”. Y si algo le sobra al pueblo cubano últimamente, es razón para compartir esa sensación.
Las palabras de Ferrera fueron una respuesta frontal al esperpento que soltó Feitó durante una de las sesiones del Parlamento. En vez de reconocer la miseria que se respira en cada rincón del país, la ministra optó por criminalizar la pobreza y reírse de la desgracia ajena.
“Usted los ve con las manos limpias, con ropas decentes… están disfrazados de mendigos”, dijo con toda frescura, mientras aseguraba que los que hurgan en la basura “no buscan comida”, sino que siguen “patrones impuestos”.
La arrogancia llegó al punto de negar que en Cuba haya hambre, como si los rostros flacos y las manos extendidas fueran una actuación de circo.
Pero la respuesta no se hizo esperar. El gremio del humor, ese que siempre ha dicho lo que el cubano de a pie no puede gritar, se le fue arriba.
Luis Silva, el creador de Pánfilo, volvió a hacer de las suyas con una sátira musical que se hizo viral en minutos: “No eran mendigos, estaban disfrazados”, parodiando la famosa canción El muerto vivo. El tema expone con ironía la desconexión brutal entre el discurso del régimen y la vida real que sufre el pueblo.
Ulises Toirac, otro ícono del humor cubano, también le entró duro al discurso oficial. Con la etiqueta #YoSoyMendigo, escribió: “Tendremos ropa que no es de mendigos y manos que no son de mendigos, pero de nuestro sudor no vivimos la mayoría. Yo no llego a fin de mes sin que me ayuden”. Una verdad como un templo, que muchos compartieron como propia.
Las declaraciones de Feitó son una bofetada al cubano común, ese que no necesita disfraz para pasar hambre, que no busca latas por diversión y que, a estas alturas, no espera nada del gobierno que lleva décadas destruyendo todo lo que toca.
Negar la mendicidad en un país donde el 89% de las familias vive en pobreza extrema —según el Observatorio Cubano de Derechos Humanos— no solo es mentirle al pueblo: es burlarse de él. Y eso, en boca de un ministro, no es solo indignante. Es criminal.
