La bomba la soltó Marta Elena Feitó y el pueblo le devolvió la explosión. Su discurso absurdo sobre los “mendigos disfrazados” no solo encendió las redes, reventó la paciencia de una Cuba que ya no aguanta más hipocresías ni discursos vacíos.
Mientras la ministra del Trabajo intentaba negar lo innegable desde su silla parlamentaria, las calles hablaron por ella… y lo que dijeron fue crudo, sin filtros y directo al corazón de la miseria que el régimen se empeña en tapar con discursos “revolucionarios”.
Las redes sociales se convirtieron en una vitrina brutal de la realidad
Intelectuales, artistas, periodistas y cubanos de a pie salieron con fuerza a desmentir a Feitó. Fotos, videos y testimonios se regaron por X y Facebook como pólvora encendida, mostrando a quienes duermen en portales, hurgan en latones o sobreviven pidiendo limosna con la dignidad maltrecha.
Uno de los que más duro le dio fue el arquitecto Julio Herrera. Desde su perfil en X (Twitter), subió un video que no necesita explicación: mendigos reales, vivos, con hambre y sin disfraz. Y lo acompañó con un comentario que fue una bofetada elegante: “Si La Habana no está llena de mendigos, o yo estoy ciego… o soy la ministra de Trabajo y Seguridad Social”.
El rechazo fue tan grande que hasta Díaz-Canel tuvo que dar la cara
Aunque no mencionó a Feitó directamente (porque en esa cúpula nadie se atreve a llevarle la contraria al jefe del clan), Díaz-Canel tuvo que salir a apagar el fuego con una frase tibia: “No se puede criminalizar la pobreza”.
Sí, eso dijo. Pero nadie le creyó.
Porque mientras hablan de “vocación humanista”, lo único que se ve es abandono, represión y falta de vergüenza. Las palabras ya no bastan. La miseria no se borra con retórica.
La sociedad civil responde con furia y verdad
El periodista deportivo Boris Luis Cabrera también se sumó al clamor. Desde su Facebook disparó con puntería: “Negar la existencia de la pobreza visible, ponerle etiquetas criminales a la miseria, es un acto de soberbia que nos desarma moralmente como país”.
Cabrera no se quedó ahí. Dijo lo que muchos sienten: “La Cuba real no cabe en las gráficas ni en los discursos pulidos. Mientras haya una persona revolviendo un latón para comer, ningún cargo público debería dormir tranquilo.”
El músico Dagoberto Pedraja fue más poético, pero igual de contundente. Escribió que los mendigos “tienen alma y corazón. Y no existían en mi país”. Y remató con artillería pesada: “Ojo: también hay mendigos de cuello blanco.”
Tú sabes a quiénes se refiere, ¿no?
La ironía también fue protagonista
El actor Luis Alberto García prefirió el sarcasmo. Publicó una imagen de un anciano hambriento y escribió:
“¡Qué trabajo tan tremendo de maquillaje hicieron Magaly Pompa y Magdalena Álvarez! Esos brazos famélicos… ¡Me erizo!”.
Una forma sutil pero feroz de desenmascarar la indiferencia institucional.
El pueblo exige respeto, no excusas
Más que respuestas, lo que la gente está pidiendo es justicia, humanidad y vergüenza política. No se trata de que pidan disculpas en público (aunque tampoco vendría mal), sino de que empiecen a mirar a los pobres como personas, no como enemigos del sistema.
Porque el verdadero disfraz no lo llevan los mendigos. Lo lleva el régimen, que se disfraza de protector del pueblo mientras lo abandona sin pudor. Y cada vez que intentan negar la pobreza, lo único que logran es exhibirla más.