Manuel Marrero, primer ministro del régimen cubano, volvió a pararse frente a los diputados de la Asamblea Nacional con el mismo discurso rancio y gastado de siempre: que el turismo será “el motor de la economía cubana”. Lo dijo con la misma seguridad con que uno lanza una moneda al aire, mientras el país se cae a pedazos.
Años diciendo lo mismo y el turismo no despega, pero eso no parece importarle al alto mando. Marrero insiste, con cara de “ahora sí va”, en que un sector tan golpeado como el turístico será quien nos saque del hueco. Según él, esta industria generará “ingresos, empleo y desarrollo”, aunque ni los hoteles llenos de cucarachas ni los reportes oficiales logran respaldar esa afirmación.
Las redes no se callaron. Como era de esperarse, los cubanos reaccionaron rápido: “¿Hasta cuándo Marrero con ese cuento?”, soltó un usuario en Facebook, reflejando el hartazgo generalizado.
Turismo por encima del pueblo
Durante su intervención, el primer ministro soltó otra perla: que apostar por el turismo no es desatender a la población, sino “crear ingresos para responder a sus necesidades”. El problema es que esas necesidades llevan años ignoradas, mientras el régimen tira millones en hoteles vacíos y resorts sin turistas.
Mientras Marrero predica su fe en el turismo, la realidad en las calles es otra: apagones eternos, colas sin fin, falta de medicamentos, salarios en coma y un pueblo desesperado por subsistir. Pero claro, eso no aparece en sus discursos.
El propio ministro de Turismo, Juan Carlos García Granda, no tuvo más remedio que admitir la gravedad de la situación, describiendo 2024 como “el peor año desde el 11 de septiembre de 2001” para el sector. Y eso ya es decir bastante.
Una industria que no despega ni empujándola
Los problemas estructurales están por todas partes: exceso de centralización, pagos atrasados, desabastecimiento y una cadena productiva más rota que nunca. El turismo no logra ni abastecerse a sí mismo, mucho menos dinamizar otros sectores como el agro o la industria alimentaria.
El ministro de Agricultura lo dejó claro: los llamados “encadenamientos productivos” con el turismo son pura teoría. Y el titular de la Industria Alimentaria fue más frontal aún: “no hay capacidad para abastecer la demanda turística”. Punto.
Dinero para hoteles, no para comida
A pesar del desastre evidente, el régimen sigue echando dinero en hoteles que nadie visita, mientras la gente no encuentra pan, el transporte se desintegra y los hospitales parecen salidos de una película de terror.
Todo esto responde a una lógica absurda y corrupta: primero el turismo, después (si acaso) el pueblo. Una estrategia que no solo ha fracasado estrepitosamente, sino que sirve como pantalla para justificar el desvío de fondos, el despilfarro y hasta el lavado de dinero.
Apostar por un modelo muerto
Varios diputados se atrevieron a advertir que el camino seguido por el régimen no funciona. Hablaron de la necesidad de pagar deudas, descentralizar pagos y ajustar la oferta turística a la realidad del país. Pero ni caso. Marrero no escucha. Solo repite el guion.
Lo preocupante es que el régimen no rectifica, no cambia, no aprende, y Marrero, en lugar de dar un golpe de timón, dobla la apuesta por una industria fallida, aferrado a la idea de que algún día el turismo lo va a resolver todo. Spoiler: ese día no va a llegar.
Y mientras tanto, el pueblo cubano sigue apagado, hambriento y cansado de cuentos.