En medio de otra ola de calor y apagones que revientan la paciencia del pueblo, Vicente de la O Levy, ministro de Energía y Minas, soltó una de esas frases que caen como bofetada: “las tarifas eléctricas no estimulan el ahorro”. Así mismo lo dijo, como si los cubanos no lleváramos años apagando hasta el bombillo del baño para no ver cómo el recibo se traga la mitad del salario.
Durante su intervención ante la Comisión de Industria, Construcciones y Energía de la Asamblea Nacional —ese circo mal montado donde todos aplauden y nadie pregunta lo que toca—, el funcionario intentó justificar el crecimiento del consumo eléctrico. Que si los millones de electrodomésticos importados, que si el gas licuado escasea, que si la gente consume más… pero ni una palabra de lo evidente: los apagones constantes hacen que cuando vuelva la corriente, todo el mundo conecte lo que tiene a mano para recuperar el tiempo perdido.
Según el propio ministro, la demanda en el horario pico del mediodía ha subido en 524 megawatts, pero se hace el sueco con el dato de que la misma crisis que han generado provoca ese pico. ¿Y la culpa? Como siempre, del pueblo.
¿Viene otro sablazo en la tarifa?
Vale recordar que ya en 2021 el régimen metió mano en el bolsillo de todos con el alza brutal de las tarifas eléctricas, como parte de la famosa Tarea Ordenamiento. En 2024 volvieron a subirlas para los “grandes consumidores”. ¿Estarán cocinando otro sablazo? Todo apunta a que sí, porque lo que no sube en eficiencia, sube en precio.
A pesar de esto, De la O Levy repitió el cuento de que “hay una estrategia viable para recuperar el sistema eléctrico nacional”. Un guion más gastado que una batería de pila. Dijo que están instalando cinco parques solares al mes, que quieren dejar de depender de los combustibles fósiles y que el futuro es brillante… pero en la práctica, el país sigue a oscuras.
Fantasías solares y realidades negras
Insiste el ministro en que los parques fotovoltaicos —la nueva joya del discurso oficial— son la solución mágica. Que ya van por 481,3 MW instalados y que a finales de 2025 esperan tener más de mil. Pero ni él puede ocultar que estos sistemas dependen del sol, y en Cuba hay días nublados… y muchas noches también. Sin acumuladores, el sueño solar no enciende ni una bombilla al anochecer.
Mientras tanto, la producción nacional de petróleo se desploma: de 3,6 millones de toneladas bajó a solo 2,1. Y aunque De la O Levy dice que “la tendencia negativa se ha detenido”, lo cierto es que las importaciones de fuel oil y diésel también se han reducido. El resultado: apagones más largos y constantes.
Patanas que se van y transformadores que no llegan
De las ocho patanas turcas que ayudaban a aguantar la candela, ya se han retirado cinco, y no se sabe si las otras durarán mucho. El ministro confesó que apenas han podido hacer pagos mínimos para mantenerlas activas en julio y agosto. Después, a rezar.
En cuanto a los transformadores eléctricos, otro punto crítico: el país necesita unos 12.000 al año, pero conseguirlos es casi misión imposible. Sin transformadores, ni aunque haya corriente puede llegar a los hogares.
Felton 2, otra promesa en ruinas
Sobre la termoeléctrica Felton 2, en Holguín, que quedó semidestruida en un incendio en 2022, el ministro dijo que está en recuperación… con recursos nacionales. Es decir, con piezas recicladas, inventos caseros y promesas huecas. Nadie sabe cuándo volverá a funcionar. Mientras tanto, los grupos electrógenos siguen igual: sin recursos, sin reparación y sin solución.
Una “mejoría” que no se nota ni con lupa
De la O Levy se atrevió a celebrar que en junio hubo un promedio de más de 20 horas de apagón diario, pero que en julio han bajado a 18… y hasta a 11 horas en algún que otro día. Como si eso fuera un logro, como si pasar medio día sin luz fuera motivo de orgullo para un ministro.
La realidad es otra: las promesas de mejorar la situación para el verano han sido puro humo. Los cortes siguen, el calor aprieta, los alimentos se pudren, y el pueblo, cansado, no tiene ni abanico para calmarse.
Un sistema quebrado y un discurso desconectado
Mientras el régimen sigue hablando de estrategias, independencia energética y parques solares, el pueblo solo ve apagones, caos y un sistema al borde del colapso. La desconexión entre el discurso oficial y la realidad cotidiana ya no se puede esconder.
Y lo más grave: todo esto ocurre mientras la cúpula del poder sigue sin tocar su propio consumo, sin racionarse el confort, y sin asumir ninguna responsabilidad. Porque en Cuba, la oscuridad solo es para los de abajo.