¡Ni para cuidarse hay en Cuba, caballero! En medio del caos sanitario que se vive en la Isla, la escasez de condones está empujando a muchas jóvenes cubanas a un callejón sin salida, donde terminan enfrentándose a embarazos no deseados, abortos clandestinos y graves riesgos para su vida.
En las farmacias cubanas, los preservativos y las pastillas anticonceptivas brillan por su ausencia, y ni hablar de las pruebas de embarazo. Eso ha provocado que un número creciente de adolescentes se vean obligadas a “resolver el problema” a lo cubano: con brebajes caseros y métodos peligrosísimos, que muchas veces las dejan ingresadas en un hospital al borde de la muerte.
Un reportaje reciente del medio oficialista Periódico 26 puso el dedo en la llaga al narrar casos estremecedores, como el de Anlly (nombre ficticio), una jovencita que, aconsejada por una tía, se tomó una mezcla de plantas, cerveza y aspirinas y hasta se tiró varias veces desde una mesa intentando abortar. El resultado: terminó desangrada en el hospital, jugándose la vida.
La doctora Maritza Páez Suárez, subdirectora de Ginecobstetricia en el hospital Ernesto Guevara, no se anda con rodeos: “La mayoría de las muchachas que llegan tras tomar brebajes sufren intoxicaciones serias. Algunas acaban en terapia intensiva y otras pierden su capacidad de tener hijos.”
Para que tengas idea del horror, una niña de apenas 12 años perdió el útero y los ovarios, entrando en menopausia prematura. ¡Una tragedia que debería escandalizar a cualquier país, pero en Cuba es solo otra página oscura más!
Como si fuera poco, circula en el mercado negro cubano el misoprostol, un medicamento usado para abortos médicos, pero que puede causar hemorragias y complicaciones gravísimas si se toma sin supervisión médica. “Hay adolescentes que tenemos que dejar ingresadas para vigilarlas, porque llegan muy mal. Les pido a las familias que no jueguen con la vida de estas muchachas,” advierte la doctora.
En teoría, Cuba tiene un sistema institucional para interrumpir embarazos de forma segura, con consultas de regulación menstrual y servicios de legrado en hospitales como el “Guevara”. Pero en la práctica, el acceso es un laberinto, sobre todo si la gestación supera las 10 semanas o si la familia tiene miedo o desconoce cómo funciona el servicio.
La doctora subraya que incluso familiares o amigos que inciten a una menor a beber brebajes abortivos podrían incurrir en delitos graves, como feticidio. Pero el mayor crimen, en realidad, es el del régimen que no ha sido capaz ni de garantizar condones en las farmacias, mientras las redes sociales se llenan de anuncios vendiéndolos a precios imposibles.
“No es secreto para nadie que se encuentran en las redes, pero a precios astronómicos que ningún profesional puede pagar,” denuncia el reportaje. Así, la prevención deja de ser una opción real para la mayoría de las familias, atrapadas entre la falta de recursos y el abandono del sistema de salud estatal.
Encima, cuando llegan las jóvenes destrozadas al hospital, las familias muchas veces callan por miedo o vergüenza, complicando aún más el trabajo médico. “Cuando las vemos entubadas, entonces es que sueltan la lengua. Retrasan nuestro trabajo,” lamenta la doctora Páez.
En resumen, la realidad en Cuba es tan cruel, que ni el derecho a decidir no ser madre está garantizado. Mientras el régimen se llena la boca hablando de logros en salud, la verdad es que las cubanas están quedando solas, jugándose la vida entre el miedo, el silencio y la desesperación.
Porque, como bien se resume en el drama cotidiano de la Isla: “Ni para cuidarse hay preservativos.”
