¡Mira qué ironía, asere! Mientras en Cuba no hay ni aspirinas ni arroz, son los judíos de Estados Unidos los que están sacando la cara para que no se muera de hambre ni de enfermedades la gente en la isla.
La crisis humanitaria en Cuba está tan desbordada que los anaqueles están pelados, los hospitales parecen escenas de película de terror y la gente anda reventada de tanta necesidad. Y en medio de ese desastre, surgió un rayo de esperanza de manos de Roe Gruber y su hija Daniella, dos mujeres de California que no se olvidan de los cubanos.
Ambas, miembros de la Congregación B’nai Israel en Tustin, California, lideran las llamadas “Mitzvah Missions”, misiones solidarias que llegan a Cuba cargadas de alimentos, medicinas y equipos médicos. ¡Más de 15,000 dólares en ayuda trajeron en su última visita entre febrero y marzo! Con eso lograron alimentar a familias enteras durante varios meses.
“La comida que mandamos es lo único que los mantiene a flote,” explicó Roe Gruber, que vivió en Cuba en los años 2000 y sabe de sobra el drama que allí se vive.
Hoy en día, se calcula que quedan en Cuba apenas 600 u 800 judíos, casi todos en La Habana, aunque algunos resisten en lugares como Santa Clara y Cienfuegos. Muchos son ancianos, golpeados por décadas de crisis, emigración y la mano dura del régimen.
Antes de la Revolución, la comunidad judía en Cuba sumaba unas 15,000 personas. Pero entre la represión religiosa, la emigración masiva hacia Estados Unidos e Israel y los matrimonios mixtos, la identidad judía se ha ido diluyendo, dejando a muchos en la absoluta precariedad.
Según The Jews of Cuba, muchos de estos cubanos judíos son descendientes de refugiados de la Segunda Guerra Mundial, pero viven como el resto del pueblo: en casas derrumbadas, sin medicinas, sin comida y hasta sin sillas de ruedas que funcionen.
Uno de esos casos estremecedores es el de Eva Nissembaum, de 78 años, quien comparte dos cuarticos de concreto con tres hermanos. Su hermano Máximo, de 69, ni puede salir de su casa porque su silla de ruedas está rota. Así viven cientos, sobreviviendo gracias a la solidaridad exterior.
Hay que recordar que en Cuba, durante décadas, practicar cualquier religión era casi firmar tu sentencia social y política. Solo después de la visita del Papa Juan Pablo II en 1998, las cosas se empezaron a aflojar un poco. Gracias a eso, la comunidad judía pudo reabrir sinagogas y revivir centros comunitarios.
En La Habana quedan tres sinagogas activas: Beth Shalom, Adath Israel y el Centro Sefardí, que no solo son templos, sino sitios donde se reparte comida y medicinas, muchas de ellas llegadas a través de estas misiones solidarias.
“Conocimos a una doctora cubana que se estaba recuperando de una operación de cadera sin un mísero analgésico,” relató Daniella Gruber. “Lo único que teníamos a mano era un Tylenol, y eso fue lo que le dimos.”
Y no es barato llevar esta ayuda: cada viaje cuesta unos 4,000 dólares por persona, entre pasaje y hospedaje. Parte de ese dinero (500 dólares) se dona a Jewish Cuba Connection, la organización que se encarga de comprar y distribuir paquetes de alimentos para familias judías y ancianos necesitados en la isla.
Stan Falkenstein, fundador de esa organización, fue claro y sin pelos en la lengua: “El liderazgo actual está más interesado en llenarse los bolsillos que en garantizar el bienestar de su pueblo.”
A pesar de las restricciones que impuso el gobierno de Donald Trump a los viajes de estadounidenses a la isla, estas misiones están permitidas porque se consideran actividades religiosas.
“Queremos volver a organizar más viajes, porque la necesidad es inmensa,” aseguró Roe Gruber. “Y porque ayudar a la gente te hace sentir bien.”
En un país donde un simple gesto de solidaridad puede ser la diferencia entre vivir o morir, la ayuda que llega desde la comunidad judía estadounidense no solo alimenta cuerpos, sino que alimenta también la esperanza.
Mientras el régimen sigue entretenido en sus discursos, son otros los que están salvando a los cubanos de morirse de hambre. ¡Y esa es la verdad que no quieren que se sepa!