Mientras los portales de Cuba siguen llenos de gente durmiendo a la intemperie y pidiendo lo que aparezca para llevarse algo al estómago, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) ha optado por hacerse el sordo. Ni una palabra ha dicho ante el revuelo que desató su propia ministra, Marta Elena Feitó, con unas declaraciones tan frías como la nevera vacía del cubano de a pie.
La funcionaria soltó en plena Asamblea Nacional que en Cuba «no hay mendigos», que lo que hay son personas “disfrazadas”, que supuestamente encontraron “una forma fácil de ganarse la vida sin trabajar”. Una frase que cayó como un baldazo de agua sucia sobre un país que sobrevive a punta de rebusque y pura resistencia callejera.
“Cuando les miras las manos, la ropa… están disfrazados”, dijo, sin inmutarse, como si la miseria en Cuba fuera un teatro mal montado por vagos con talento para la actuación.
Redes encendidas, pero el gobierno… mudo
La respuesta del pueblo no se hizo esperar. Las redes sociales explotaron con una indignación que traspasó ideologías: periodistas, artistas, activistas y hasta gente que nunca opina públicamente dijeron basta. El nivel de desconexión de la ministra con la realidad fue descrito como un insulto directo a los más desamparados.
Pero mientras el pueblo arde de rabia, el MTSS actúa como si nada. Su cuenta oficial en X (antes Twitter) sigue publicando contenido de rutina sobre pluriempleo, trabajadores por cuenta propia, consultas sobre el Código de Trabajo y regulaciones varias… Como si no hubiera pasado absolutamente nada. Ni un “aclaramos”, ni un “rectificamos”. Silencio total.
Feitó, por su parte, intentó escurrirse con una publicación igualmente hipócrita, hablando de los programas sociales y asegurando que “una mano el Estado extiende a los que realmente lo necesitan”. Ironía pura, después de haber criminalizado a quienes duermen en las calles con la esperanza de que alguien les tire una moneda.
Díaz-Canel intenta apagar el fuego… sin mojarse
La cosa se puso tan caliente que Díaz-Canel tuvo que salir a decir algo, aunque —como es costumbre— sin llamar las cosas por su nombre. En un mensaje publicado en sus redes, criticó “la falta de sensibilidad en el enfoque sobre la vulnerabilidad” en las comisiones del Parlamento, dejando claro que se refería al desastre verbal de Feitó, pero sin atreverse a nombrarla.
“La Revolución no puede dejar a nadie atrás”, escribió. Un mantra gastado que suena a burla frente a una realidad donde cada día más cubanos terminan tirados en la calle por hambre, soledad, o porque simplemente el sistema los descartó.
La grieta que ya no pueden esconder
Esta pequeña tormenta política dejó al descubierto una fractura interna en el régimen que ni el maquillaje ideológico puede cubrir. Mientras Díaz-Canel intenta presentarse como el más humanista de los comunistas, su ministra habla como si los sintecho fueran parte de una conspiración contra la buena imagen de la Revolución.
Pero la gente no se traga ese cuento. En un país donde la pobreza ya no cabe debajo de la alfombra, muchos exigen algo más que disculpas a medias: piden que la ministra dé la cara o, mejor aún, que renuncie.
Porque lo que sí está clarito es que, aunque ella los llame “disfrazados”, los cubanos en situación de calle están ahí, a la vista de todos, sobreviviendo entre cartones, mosquitos y promesas rotas. Lo único disfrazado aquí es el discurso oficial que intenta tapar el sol con un dedo.
Y mientras el Ministerio de Trabajo se entretiene con posteos sobre leyes laborales y participación popular, los verdaderos vulnerables siguen esperando una mano que no sea para arrastrarlos fuera del parque o encerrarles en un centro.
