Después de la tormenta que levantó la ministra Marta Elena Feitó con sus comentarios desafortunados sobre la pobreza en Cuba, el primer ministro Manuel Marrero se sumó al coro de “control de daños”, pero sin ir al grano, sin una disculpa clara y mucho menos sin asumir responsabilidades políticas.
En su cuenta oficial en X (antes Twitter), Marrero soltó un par de frases con sabor a guion oficial: que si la “atención a los vulnerables siempre ha sido una prioridad de la Revolución”, que si “no podemos ser superficiales” a la hora de hablar de indigencia… Todo muy bonito, pero vacío como una farmacia en Cuba.
“La sensibilidad ante la vulnerabilidad no puede ser discurso, debe ser acción”, dijo Marrero, como si sus palabras borraran el agravio de su ministra o, peor aún, la realidad dolorosa que viven miles de cubanos que duermen en portales, hurgan en la basura o limpian cristales bajo el sol a cambio de unas monedas.
Tuitazo para disimular el desastre
Lo que está haciendo Marrero es lo que mejor sabe hacer este régimen cuando mete la pata: tirar un mensaje ambiguo para apagar el incendio sin tocar la candela. Su “pronunciamiento” llega solo después del aluvión de críticas que estalló en redes y justo después del también tibio comentario de Díaz-Canel, que tampoco se atrevió a mencionar a Feitó por su nombre.
Todo parece parte de un libreto predecible: primero dejan que el escándalo se desate, luego lanzan una frase humanista mal ensayada y cierran la escena sin castigar a nadie, como si aquí no hubiera pasado nada.
Pero claro, el pueblo no olvida tan rápido. Feitó se burló de la pobreza con una arrogancia que dejó sin aliento a media isla. Dijo, sin pelos en la lengua, que en Cuba no hay mendigos, solo personas “disfrazadas” que prefieren la “vida fácil” antes que trabajar. Como si mendigar, hurgar en los contenedores o vivir en la calle fuera un plan de retiro dorado.
Una pobreza que ya no se puede esconder
Lo que no puede tapar ni Marrero ni todo el aparato propagandístico del régimen es que Cuba se cae a pedazos, y que la miseria se respira en cada esquina. El propio Observatorio Cubano de Derechos Humanos ha estimado que el 89% de los hogares vive en condiciones de pobreza extrema. Incluso la misma ministra que ahora niega a los mendigos, presentó en febrero un informe que reconoce más de 1.200 comunidades en condiciones infrahumanas.
Las redes han ardido con denuncias. Desde artistas hasta ciudadanos comunes han sacado a relucir fotos, anécdotas, rabia y dolor. El músico Dagoberto Pedraja mostró gente durmiendo entre cartones. El humorista Ulises Toirac denunció la crueldad de criminalizar la pobreza. Y la activista Yuliet Teresa relató cómo encontró a una mujer con trastornos mentales durmiendo en un portal, sentenciando: “No se duerme disfrazado de mendigo, sino con el alma rota por la pobreza.”
Y mientras todo eso pasa, el Parlamento sigue mudo. Ni uno solo de los llamados “diputados del pueblo” salió a frenar las palabras de Feitó. El actor Luis Alberto García lo dijo clarito: “Vamos muy mal, Camilo.”
Silencio, soberbia y cero consecuencias
La gente no está pidiendo milagros. Solo piden respeto, dignidad, políticas reales y que los funcionarios asuman cuando se equivocan. Pero ni Marrero ni Díaz-Canel han tenido la decencia de pedir disculpas. No han reconocido que la mendicidad existe, que la pobreza es estructural, ni mucho menos que sus políticas fracasadas tienen una responsabilidad directa en todo este desastre.
No hay perdón, no hay justicia, y mucho menos un plan. Solo el acostumbrado teatro oficial para aparentar sensibilidad, cuando en realidad lo que reina es la desconexión absoluta de la realidad.
Como dijo la periodista Yirmara Torres, “¿Es que nunca van a pedir disculpas al pueblo cubano?” Esa pregunta retumba fuerte… porque todos sabemos la respuesta.
