Mientras Cuba se desangra entre apagones, hambre y represión, Lis Cuesta vuelve a ocupar el centro del escenario diplomático, esta vez para recibir en La Habana a Mónica Geingos, ex primera dama de Namibia. La visita, oficialmente orientada a fortalecer vínculos en salud, educación e igualdad de género, terminó dejando al descubierto, una vez más, la hipocresía del discurso oficialista.
Con un vestido chillón y sonriente de oreja a oreja, Cuesta posó junto a Teresa Amarelle Boué, jefa de la Federación de Mujeres Cubanas, mientras daba la bienvenida a Geingos como si su rol fuera legítimo. Pero, ¿no era que en Cuba no hay Primeras Damas? Pues nada, el doble rasero del régimen sigue más vivo que nunca.
Del “no existe” al “yo mando aquí”
Aunque Lis Cuesta ha repetido en entrevistas que ese título es una “estructura patriarcal” que no aplica en la isla, la realidad dice otra cosa. Desde que Díaz-Canel llegó al poder en 2018, ella no ha parado de aparecer en recepciones oficiales, cumbres, giras y actos protocolares, dejando claro que, aunque lo nieguen, se comporta como la Primera Dama… y con todas las de la ley.
Y por si hiciera falta recordarlo, ahí está aquel momento incómodo de mayo de 2022, cuando el propio Díaz-Canel intentó desmarcarse del concepto. Durante la visita de AMLO, corrigió en vivo al presentador Froilán Arencibia en plena televisión nacional:
“Ni en México ni en Cuba tenemos Primeras Damas. Son nuestras esposas, con sus trabajos, que nos acompañan”. El público aplaudió, claro… pero Cuesta siguió haciendo exactamente lo contrario a lo dicho por su esposo.
Un contraste que salta a la vista
Mónica Geingos, por su parte, llegó con un currículo sólido a cuestas: abogada, académica, empresaria y ahora rectora universitaria en Ruanda. Su paso por la política se dio acompañando a su esposo, el expresidente Hage Geingob, sin dejar jamás de tener voz propia. Una mujer con ideas, proyectos y liderazgo real.
Lis Cuesta, en cambio, ha ganado notoriedad más por sus salidas en redes sociales que por méritos profesionales. ¿Quién no recuerda cuando, en plena crisis energética de 2022, tuiteó que tenía el “corazón en modo estropajo”? ¿O aquella frase vergonzosa en la que llamó a Díaz-Canel “el dictador de mi corazón”? Más que liderazgo, lo suyo parece ser una mezcla de oportunismo y falta de pudor.
El nepotismo como norma
Pero el show no termina con ella. Su hijo, Manuel Anido Cuesta, también ha sido blanco de críticas por su cercanía al poder. Ha viajado junto al mandatario en varias ocasiones, y hasta su supuesta relación con la actriz Ana de Armas dio pie a señalamientos de favoritismo y privilegios dentro de una cúpula política que vive de espaldas a la realidad del pueblo.
Mientras el cubano de a pie sufre el colapso económico, Cuesta y compañía disfrutan de salones climatizados, recepciones de lujo y vuelos internacionales, todo pagado por un pueblo que apenas sobrevive.
Una élite que dice no tener títulos, pero lo ejerce todo
Aunque se pase la vida diciendo que no tiene por qué “estar detrás de la puerta”, lo cierto es que Lis Cuesta forma parte del teatro político del régimen, ese mismo que niega la existencia de privilegios mientras se regodea en ellos. Su rol en esta visita con Geingos es solo otra escena más de la obra: una en la que los nombres se disimulan, pero los beneficios se mantienen intactos.
En un país donde millones viven en pobreza extrema, ver a la “no primera dama” jugando a la diplomacia es un insulto a la inteligencia y al sufrimiento de los cubanos.