Después de semanas de polémica y meteduras de pata monumentales, el régimen cubano por fin tuvo que reconocer lo que ya es más que evidente en las calles de la isla: que más de 310 mil personas viven en situación de pobreza o vulnerabilidad social en Cuba. Y eso, según ellos, es solo “la parte visible del problema”.
El dato fue soltado por el primer ministro Manuel Marrero Cruz durante una comparecencia ante la Asamblea Nacional, donde intentó maquillar la catástrofe con cifras y promesas vacías. Según Marrero, el presupuesto estatal ha servido para asistir a 182,506 familias, lo cual —en su lógica burocrática— justifica el uso de 2,672 millones de pesos cubanos, apenas el 45 % del plan anual.
«Reconocemos que esas 182 mil familias y 310 mil personas no son todas las personas en situación de vulnerabilidad en el país, la situación económica ha hecho que se incrementen las personas asociadas a una vulnerabilidad económica«, vino a decir, en un tono que intentaba sonar empático, pero que más bien dejó claro lo desconectados que están del drama diario del pueblo cubano.
La calle les explotó en la cara
Este reconocimiento forzado no llega por casualidad. Viene a rebufo del escándalo nacional e internacional provocado por las absurdas declaraciones de la ahora exministra de Trabajo, Marta Elena Feitó Cabrera, quien soltó con una arrogancia espantosa que “en Cuba no hay mendigos”, sino gente “disfrazada” que prefiere vivir de la limosna o el alcohol.
Sus palabras no solo negaron la realidad de miles de cubanos que revuelven latones de basura, duermen en portales y sobreviven sin asistencia alguna, sino que además criminalizaron la pobreza como si fuera un estilo de vida escogido.
La indignación fue tan grande que no les quedó más remedio que soltarla, y el Buró Político del Partido Comunista aceptó su renuncia a toda carrera, intentando apagar el fuego que ella misma avivó. Según la prensa oficialista, la echaron por su “falta de objetividad y sensibilidad”. Pero todos sabemos que lo que realmente les dolió fue el daño a la imagen del sistema, no la ofensa al pueblo.
Promesas recicladas mientras la pobreza se desborda
Marrero, en su intervención, trató de desviar la atención prometiendo que se “priorizarán” acciones en 1,252 comunidades vulnerables. Habló de transformar barrios, mejorar servicios y fortalecer instituciones. Lo mismo de siempre, con las mismas palabras vacías, en un país donde la transformación que de verdad urge es la del poder mismo.
Mientras más prometen, más crecen las colas, los precios y el hambre. Las familias siguen sobreviviendo a base de remesas, inventos y dolor. La supuesta “Revolución de los humildes” dejó hace rato de ser un sueño para convertirse en una pesadilla a la vista de todos.
Una isla donde admitir que hay pobres es un escándalo, y ayudarles, una utopía
El solo hecho de que esta cifra haya tenido que ser reconocida públicamente demuestra que la realidad ha sobrepasado el control propagandístico del régimen. Ya no pueden tapar el sol con un dedo. La crisis está ahí, mordiéndole los talones a millones de cubanos que viven al límite, mientras los de arriba se reparten los discursos y las excusas.
La renuncia de Feitó no soluciona nada. La pobreza no desaparece por decreto. Y en Cuba, ser pobre no es una elección: es una condena impuesta por un sistema que no funciona.
