La inseguridad se ha apoderado hasta de las deterioradas bodegas donde los cubanos reciben los miserables productos de la canasta básica, según reconoció este martes la propia ministra de Comercio Interior, Betsy Díaz Velázquez, durante una sesión del Parlamento cubano.
En lo que va de año, 163 robos han sido reportados en estos establecimientos, lo que evidencia no solo el caos en materia de seguridad, sino también la profunda descomposición del sistema de distribución estatal. En palabras de la ministra, se trata de “un problema que no se logra detener”. Y vaya si tiene razón.
El hambre genera desesperación… y delincuencia
Sin embargo, Díaz evitó mencionar la escasez galopante que azota estas bodegas desde hace años, donde conseguir una libra de arroz o un litro de aceite es casi una misión imposible. La ausencia de abastecimiento estable ha provocado que muchas de estas unidades estén prácticamente vacías, convirtiéndose en blanco fácil para el robo, a falta de contenido, al menos queda la estructura para asaltar.
Con tono burocrático, la funcionaria dijo que esperaban reducir en un 30% los robos este año. Pero el resultado fue todo lo contrario: 34 hechos más que en el mismo periodo de 2024, demostrando que los “esfuerzos del Estado” para enfrentar el delito son tan vacíos como las estanterías de sus tiendas.
Provincias como Holguín, Las Tunas, Santiago de Cuba y Mayabeque encabezan la lista roja, con decenas de casos. A esto se suman otros territorios como Matanzas y Granma, que tampoco se escapan del desmadre.
Cifras sin pies ni cabeza y soluciones improvisadas
En medio del desorden, Díaz mostró una tabla donde se reportaban 163 robos, pero en su intervención hablaba de solo 81. ¿Error técnico? ¿Confusión estadística? ¿O simple desparpajo? Lo cierto es que ni siquiera logran mantener la coherencia en sus informes.
Reconociendo que ni el trabajo comunitario ni las medidas de “enfrentamiento” están funcionando, la ministra soltó una de esas soluciones que parecen chiste: guardar los productos normados “en casa del vecino más cercano” o en “la entidad más segura”. Así, con ese nivel de improvisación tercermundista, pretenden garantizar el “resguardo” de los alimentos básicos.
“Hoy reponer recursos robados es muy complejo”, dijo Díaz, como si no fuera responsabilidad del mismo régimen que durante décadas centralizó absolutamente todo y ahora no puede garantizar ni el pan nuestro de cada mes.
Entre robos, linchamientos y corrupción
La creciente violencia en las bodegas no es un invento. Casos recientes como el de dos administradores en San Miguel del Padrón que fueron pillados sacando sacos de arroz y chícharos para venderlos por la izquierda, confirman que el problema no viene solo del pueblo hambriento, sino también desde dentro.
En Arroyo Naranjo, un intento de robo casi termina en linchamiento cuando un joven apuñaló a la administradora de una bodega en pleno asalto. Y en Ciego de Ávila, el custodio de una tienda fue asesinado por delincuentes que querían entrar a la fuerza. Historias así se repiten por todo el país, como reflejo de una nación al borde del colapso social.
Y mientras todo esto pasa, el régimen lanza campañas huecas como “Guardianes por mi bodega”, pintándolas como iniciativas comunitarias, cuando en realidad son parches mediáticos que no atacan la raíz del problema: un sistema roto que ya no garantiza ni el mínimo necesario para sobrevivir.
La realidad es una sola: en una Cuba hundida en miseria, donde el Estado ha perdido el control, hasta las migajas de la libreta están en la mira del delito. Y eso, más que una crisis, es una señal de que el modelo ya no da más.
